Las relaciones perfectas solo existen en los cuentos de hadas, los cuales recurren a un truco: mostrar el principio de la relación, nunca el final: se casaron y fueron felices para siempre. Sin embargo, nunca hemos sabido cómo le fue a Cenicienta, a Blanca Nieves o a la Bella Durmiente con su respectivo príncipe después de haberse besado.
En los cuentos de hadas, Cenicienta trabaja incansablemente sin obtener recompensa alguna, es explotada y hasta humillada. ¿Quién la salva y la hace feliz? Un príncipe. Blanca Nieves es envenenada con una manzana que le da a comer una mujer envidiosa de su belleza. ¿Quién la vuelve a la vida? Un caballero, un hombre con caballo, con poder.
Parecido le sucede a la Bella Durmiente y a otros personajes femeninos de la literatura infantil.
Afortunadamente, en la actualidad se empiezan a escribir nuevas historias de mujeres de dibujos animados, películas y series.
Los cuentos de hadas, las canciones, la poesía, el cine, etcétera, están cargados de signos y símbolos que se instalan en el alma de la niña y del niño, sembrando las expectativas que posteriormente tendrán acerca de la mujer y del hombre ideal.
Hoy coexisten los cuentos de hadas tradicionales que describen a personajes atrapados en roles rígidos y estereotipados, con películas y cuentos que contienen personajes con roles flexibles, equitativos, sin jerarquías, con menos estereotipos o libres de éstos.
Lo mismo sucede con las identidades de las mujeres y hombres de nuestra época: están en crisis, se debaten entre el machismo y la liberación. De ahí que las expectativas acerca de la pareja estén cargadas de ambivalencia: de sentimientos, deseos e intereses encontrados.
En términos generales, los hombres buscan una compañera con algunos atributos de mujer liberada, pero con predominancia de atributos tradicionales: que lo acepten incondicionalmente, que esté disponible en todo momento, que sea bonita, “buenota”, muy hábil para lo doméstico, cariñosa, inteligente, fiel, sensible, honesta y sexual, así lo expresó un grupo de jóvenes de 16 años de edad que me atrevo a tomar como portavoz de los hombres en general. Pareciera que ellos desean encontrar una mujer combinación de mamá —más que una esposa— con trabajadora doméstica, pero hermosa.
De acuerdo a las respuestas del respectivo grupo de mujeres de 16 años, ellas dijeron buscar un hombre que sea fiel, responsable, honesto, sincero, sensible, tierno y comprensivo —en ese orden de importancia—, un hombre cuyo talento no sea únicamente el de besar como sucede con los príncipes azules de los cuentos de hadas.
Ellas están buscando un hombre nuevo (¿dónde encontrarlo?), están viendo hacia el futuro, hacia lo que apenas se asoma. Ellos una mujer conocida, tradicional (¿a dónde se están yendo?), están viendo hacia el pasado, hacia lo que se esfuma.
Ellas se están dando cuenta que los príncipes azules se destiñen fácilmente, que son apariencia, que están incompletos y no son poderosos por mérito propio, sino que son una extensión de su padre, el rey —en el caso de los príncipes azules—. Ellos por su parte, pareciera que aun no se dan cuenta que cargar con una Bella Durmiente que se instala en la dependencia infantil y en la necesidad de protección eterna, inevitablemente lleva al cansancio, al hastío y al aburrimiento (aunque sea bella la compañera).
Para que una relación funcione se requiere de dos personas suficientemente maduras, completas, sanas, personas sin grandes agujeros ni grietas que requieran ser llenados o resanados por el otro(a).
Para que una pareja sea constructiva y nutricia, sus miembros deben compartir el poder, las decisiones, las responsabilidades de crianza, domésticas y económicas; negociar los puntos de vista, ejercer los mismos derechos sexuales y reproductivos; buscar el diálogo y procurar tener buena comunicación, así como expresar necesidades y deseos sin esperar que el otro(a) los resuelva siempre sino con la intención de que las conozca y sepa el momento de vida por el que está pasando.
También es necesario no sentirse amenazados ni impedir la superación económica, intelectual, física y emocional del compañero(a); tolerar los errores e imperfecciones del otro(a), y ser fiel por convicción, por respeto no solo al acuerdo de fidelidad que se hizo con la pareja sino también por respeto a la fidelidad y congruencia consigo mismo(a).
No existen relaciones ni parejas perfectas. Lo que existe son parejas funcionales y creativas que se respetan, se aman y contribuyen al crecimiento del compañero(a), que trabajan diariamente para que el vínculo se mantenga vivo, fuerte, flexible y cargado de novedad.
No se trata, pues, de que el otro sea perfecto(a), se trata de que sea compatible contigo y que te ame, es decir, que decida aceptarte como un legítimo otro(a) en la convivencia diaria.
Felices para siempre no es posible. Intentarlo siempre, sí. Con una persona celosa, controladora y dominante, no. Con una que respeta la individualidad y la libertad, sí.