Los manifestantes exigieron acciones concretas para proteger la Amazonia y denunciaron la exclusión de los pueblos originarios en las discusiones oficiales del evento, que por primera vez se celebra en el corazón de la selva amazónica.

“Nuestra tierra no está en venta”, se leía en varios carteles y pancartas.
“Queremos nuestras tierras libres de la agroindustria, la exploración petrolera, la minería ilegal y la tala ilegal”, declaró Gilmar, líder indígena de la comunidad Tupinamba, a la agencia Reuters.
Exigen acceso a la zona azul de la cumbre
Los manifestantes intentaron ingresar a la zona azul, el área de máxima seguridad donde se concentran los delegados de la ONU y representantes de más de 190 países. Allí se discuten los compromisos globales para reducir emisiones y frenar la crisis climática.

De acuerdo con testigos, guardias de seguridad de Naciones Unidas impidieron el avance de los grupos, lo que derivó en empujones y enfrentamientos menores. Al menos un agente resultó herido y los accesos fueron temporalmente cerrados.
Críticas a la representación en la COP30
Los participantes de la protesta acusaron a la organización de favorecer a las grandes corporaciones y marginalizar las voces indígenas, quienes —según afirmaron— son los verdaderos guardianes de los bosques amazónicos.
“Invadimos el lugar para demostrar quiénes deberían estar en este evento”, declaró Helen Cristine, integrante del movimiento juvenil Juntos, del partido PSOL, al medio amazónico Sumaúma.
“La COP30 no representa a los pueblos originarios. Está hecha para empresarios. La exploración petrolera en el delta del Amazonas va a destruir el medio ambiente”, añadió.

La COP30, organizada por la ONU y el gobierno de Brasil, busca avanzar en los compromisos internacionales para limitar el calentamiento global a 1.5°C. Sin embargo, la cita llega en un contexto de creciente presión internacional para frenar la deforestación y la explotación de recursos naturales en la Amazonia, considerada el “pulmón del planeta”.
La protesta de este martes reflejó el malestar de comunidades locales que sienten que sus demandas no son escuchadas, pese a ser las más afectadas por el cambio climático y las actividades extractivas.
