Laredo, Texas.- Cada otoño, millones de mariposas monarca sobrevuelan los cielos de Texas en su trayecto desde Canadá hasta México. Se trata de una de las migraciones de insectos más largas del planeta, pero también de una de las más peligrosas. Para una cantidad difícil de determinar de mariposas monarca, Texas es el punto crítico: las mismas autopistas que mueven personas y mercancías a lo largo del estado atraviesan directamente sus rutas migratorias. Y millones de ellas no lo logran. Mueren atropelladas por coches y camiones cuando vuelan a baja altura, a menudo en busca de alimento en los márgenes de las carreteras, pero esto puede estar a punto de cambiar.

Las colisiones con vehículos se han convertido en una amenaza reconocida para esta especie. Representan entre el 2 y el 3 por ciento de las pérdidas anuales de la población migratoria, un porcentaje considerable si se toma en cuenta que la población de monarcas ha caído más de un 80 por ciento desde 1990, de acuerdo con el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos. El año pasado, la agencia propuso incluir a la mariposa monarca en la lista federal de especies amenazadas bajo la Ley de Especies en Peligro de Extinción.

Frente a este panorama, investigadores de Texas A&M se cuestionaron si es posible guiar a las mariposas para que vuelen apenas un poco más alto y evitar así el tráfico.

“Cuando ves cuántas mariposas no logran migrar, te das cuenta de la importancia de la perspectiva”, explicó James Tracy, investigador postdoctoral del Departamento de Entomología de Texas A&M, en un comunicado de prensa de AgriLife Today. “Esto demuestra la estrecha relación entre nuestra vida cotidiana y el mundo natural, y estamos investigando pequeños ajustes que podrían marcar una gran diferencia”.

Las autopistas de Texas atraviesan directamente los corredores migratorios de las mariposas, poniéndolas en riesgo constante.

Tracy y el profesor Robert Coulson trabajaron con el Departamento de Transporte de Texas y el Instituto de Transporte de Texas A&M para mapear las rutas de la migración y localizar los puntos donde ocurre la mayor parte de las muertes. Entre 2018 y 2021 recorrieron decenas de miles de kilómetros durante la temporada otoñal, deteniéndose cada 30 a 50 millas para recolectar restos de mariposas y registrar datos GPS.

De su análisis emergieron dos corredores principales: uno que atraviesa el centro de Texas, desde Wichita Falls hasta Del Río, y otro que va por la costa del Golfo. Las orugas monarca solo pueden alimentarse de asclepia, una planta que, junto con flores silvestres que proveen néctar, crece con frecuencia en cunetas y medianas. Esto ofrece alimento esencial para las mariposas migrantes, pero también las atrae peligrosamente cerca del tráfico vehicular. Además, estructuras como puentes y vados pueden formar “embudos” que concentran su vuelo directamente sobre carreteras muy transitadas.

“Descubrimos que las muertes de las mariposas monarca se concentraban en áreas muy específicas en donde la orografía y los patrones de viento les canalizaban”, señaló Coulson.

Para tratar de reducir el riesgo, el equipo instaló paneles de malla diseñados para elevar la altura del vuelo, llamados “desviadores de vuelo”. La idea fue inspirada en la experiencia de Taiwán, donde redes similares se utilizan para proteger a las mariposas cuervo púrpura asiáticas durante su migración.

Los investigadores seleccionaron dos sitios de prueba: uno a lo largo de la Interestatal 10, cerca de Ozona, en el oeste del estado; y otro en la Calzada de la Bahía de Lavaca, en la costa. En Ozona, el resultado fue contundente: la mortalidad de mariposas monarca disminuyó un 50 por ciento durante la temporada migratoria. El sitio costero, en cambio, presentó resultados más variables, afectados por condiciones de viento que alteran el comportamiento de vuelo.

Aun así, se trata de la primera evidencia documentada de que una barrera física puede reducir de manera significativa las colisiones entre insectos y vehículos.

Investigadores de Texas A&M recorrieron miles de kilómetros para mapear los puntos donde mueren más mariposas monarca.

El impacto del estudio podría ir más allá de las monarcas. La especie es considerada un indicador clave de la salud de los polinizadores en general. Por ello, el equipo ya ha asesorado al Departamento de Transporte de Texas (TxDOT) sobre cómo ajustar los programas de siega y manejar la vegetación de los márgenes para equilibrar el hábitat con la seguridad vial. También se está considerando la instalación de barreras de malla permanentes que puedan permanecer todo el año.

El experimento surge en un contexto en el que la mariposa monarca enfrenta múltiples amenazas simultáneas. El uso intensivo de herbicidas como el glifosato ha eliminado extensas áreas de algodoncillo —su planta esencial— en los campos agrícolas de Estados Unidos. El cambio climático altera patrones de lluvia, expone a las mariposas a temperaturas extremas y afecta los bosques donde hibernan en México. A esto se suma la pérdida de hábitat por tala ilegal y desarrollo urbano en las zonas de hibernación. Las fluctuaciones climáticas, además, provocan retrasos o adelantos en su migración, lo que altera sus ciclos biológicos.

Solo en 2024, la población se redujo un 59 por ciento, una cifra que ha encendido alertas científicas y políticas a ambos lados de la frontera.