Comonfort, Gto.- La mañana del viernes, el aire se respira distinto en los caminos que conducen a Pósitos de Corrales y San Antonio de Corrales.
El silencio apenas roto por murmullos, sollozos y el repique de las campanas anunciaba el retorno de quienes partieron demasiado pronto.
Diez carros fúnebres avanzaron lentamente en caravana, llevando de regreso a casa los cuerpos de las víctimas del trágico accidente ocurrido la madrugada del jueves en la autopista Salamanca–León.
Familiares, vecinos y amigos aguardaban desde temprano en la entrada principal que conecta a ambos poblados. Algunos sostenían flores; otros, rosarios. Todos compartían la misma mezcla de incredulidad y dolor. El padre de la comunidad los recibió con una oración, mientras la gente estrechaba su fe como único refugio frente a la tragedia.
Entre las víctimas se encontraban José, Eliseo, Efrén y Juan, jornaleros que se dirigían a Romita para iniciar un trabajo en el levantamiento de cebolla.
Iban con la esperanza sencilla y honesta de quienes salen al alba para llevar sustento a sus hogares, lo que era un viaje de esperanza.
Gael tenía 14 años; quería ganar dinero para un celular

Con ellos viajaba Gael, un adolescente de 14 años, estudiante de tercer grado de secundaria, aprovechó una semana sin clases para trabajar y ganar un poco de dinero. Su ilusión era comprarse un celular… y empezar a ahorrar para un caballo. “Soñaba en grande, aunque empezara con poquito”, comentó una vecina mientras esperaba la llegada del cortejo.
María Leticia Godínez Álvarez, cuñada de José y tía de Gael, habló con la voz quebrada, pero con la certeza de quien ha amado profundamente.
“Yo lo recuerdo con mucho cariño, tanto a mi cuñado José como a Gael. Eran personas alegres, siempre dispuestos a trabajar para apoyar a su familia. A José yo lo quería como a un hermano; su trato con nosotros era realmente de familia”, dijo mientras se limpiaba las lágrimas.
Recordó también el entusiasmo de Gael. “Tenía muchos sueños. Como no tuvo clases esa semana, decidió trabajar para juntar dinero. Quería comprar un celular… y también juntar para un caballo. Tenía ilusión de futuro”.
La memoria de María se detuvo un instante en la última tarde que convivieron. “Un día antes del accidente, mi cuñado José llegó con papas y refrescos para mis sobrinos. Así era él, siempre detallista… Ese día mi sobrino Gael se fue sin despedirse. Nunca imaginamos que sería la última vez.”
Reciben a jornaleros entre el repicar de campanas
Cuando la caravana ingresó finalmente a Pósitos de Corrales, las campanas repicaron con fuerza, un gesto solemne que acompañó el paso de los cuerpos hacia sus hogares. En cada casa, vecinos aguardaban con veladoras y oraciones, tejiendo entre todos un ambiente de respeto, amor y despedida.
Los cuerpos fueron colocados en las viviendas donde serían velados, rodeados de familiares, amigos y conocidos que, entre rezos y susurros, comenzaron el largo proceso de despedirse.
En estas dos comunidades, unidas ahora por el duelo, queda la huella indeleble de quienes se fueron trabajando por su familia, soñando con un futuro mejor.
Hoy, Comonfort llora por ellos… y los abraza.
