Guanajuato, México.- Odalys Parra es parte de los más de 27 mil extranjeros que han encontrado en Guanajuato su hogar, nacida en Venezuela llegó a México por temas profesionales dentro de su carrera en criminología,  y años después conoció en Salamanca a quien sería su esposo y padre de su hija. Hoy, una de sus metas es trabajar para que los salmantinos vuelvan a creer en su localidad, en su potencial y que se tienen los recursos y habilidades para salir adelante.

Odalys nació en la ciudad de Mérida en Venezuela, donde creció junto a su madre y donde se preparó profesionalmente hasta graduarse en criminología.

Visitó por primera vez México en el 2014 por temas profesionales a dar conferencias en universidades, actividad que se repitió al año siguiente, al hacer algunos contactos y la posibilidad de trabajar en Guanajuato tomó la decisión de aventurarse y regresar en un proyecto a largo plazo en Salamanca.

 
Odalys Parra busca impulsar el potencial de Salamanca. Foto: Yadira Cárdenas

Odalys Parra busca impulsar el potencial de Salamanca

“Con la situación que estaba atravesando Venezuela en el 2016 y ya había venido dos años como turista, quise aventurarme a ver cómo era la parte de residencia, sin embargo, es totalmente distinta cuando empiezas a hacer vida, el cambio de comida, estilo de vida, de las creencias, al principio fue difícil hablando de manera interna en cambios que representa a mis 26 años”.

Fue en este municipio donde conoció a quien ahora es su esposo, se casó en San Miguel de Allende y tiempo después llegó su pequeña hija, orgullosamente salmantina, sin embargo, la inquietud y el amor por esta ciudad han fijado un objetivo más fuerte para Odalys, el fomentar entre los mismos ciudadanos el valor que se tiene en este municipio.

“Salamanca, aunque es poco reconocida por turismo y su fama es más por la parte industrial de la refinería y la CFE, es un lugar con mucho potencial y uno de mis propósitos es trabajar porque los salmantinos vuelvan a creer en su localidad, en su potencial y que tienen los recursos para salir adelante, sobre todo por nuestros niños y adolescentes en la parte de salud, educación, en mucho y por ello estoy en esos proyectos”.

De Bélgica a Acámbaro, esta es la historia de Daniel Reynaert Lepère

Daniel Reynaert Lepère nació en Bélgica en el año 1942, en un pequeño pueblo llamado Albert, cerca de la ciudad de Ypres. Tuvo la fortuna de trabajar en 27 países.

A los 19 años, comenzó en la compañía Picañol, donde se dedicaba a reparar telares, lo que le permitió viajar a varios países, incluyendo Francia, Italia, Escocia, España, Portugal, Alemania, Finlandia, Austria, Bulgaria, Rumania, Túnez, Marruecos, Israel, Canadá, Estados Unidos, Costa Rica, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Paraguay, Uruguay, Brasil, el Reino Unido y México.

Cuando se mudaba y cambiaba de residencia, escribía a sus amigos y familiares, pidiéndoles que no respondieran sus cartas debido a sus constantes viajes. Escribirles le ayudaba a no sentirse tan solo debido a la distancia.

En su primera visita a México, a la edad de entre 22 y 23 años, conoció a una hermosa mujer. En su segunda visita, en 1969, le pidió que fuera su novia y, con el tiempo, se convirtió en su esposa. Tuvieron tres hijos, dos de ellos nacidos en Bélgica.

Su esposa lo acompañaba a los lugares donde lo enviaban a trabajar en el extranjero. Vivieron en Bélgica por un tiempo, pero años después decidieron regresar a México debido a asuntos laborales de Daniel. Trabajó en Puebla, Guadalajara, León y otros lugares de la República Mexicana.

 
Daniel Reynaert se estableció en Acámbaro en el año 2000. Foto: Lourdes Juárez

Daniel Reynaert se estableció en Acámbaro en el año 2000

En el año 2000, se establecieron en Acámbaro junto con la familia de su esposa, y decidieron abrir un negocio familiar: una zapatería en la calle Allende, que duró algunos años. Luego se asoció con May Picasso para abrir una agencia de viajes en el vecino municipio de Jerécuaro, donde estuvieron durante 5 años y medio.

Daniel fue director del Museo Waldemar Julsrud durante un año, pero debido al bajo salario y los gastos familiares, comenzó a trabajar en el Restaurante Mesón del Puente, y posteriormente realizó mantenimiento de maquinaria y edificios con Juan Silva. A invitación de Delfino Posadas, fue director del Museo del Ferrocarril “José Cardozo Téllez”, donde estuvo durante 14 años hasta su jubilación hace un año y medio.

Su vida en el municipio en un inicio era muy tranquila no había tanta delincuencia como en la actualidad, al clima se adaptó al paso de los años, aunque este también ha cambiado.

“El día que me case mi suegro me dijo que en México no hay problema o se aclimata o se aclimata, mejor me aclimato duele menos, mi estado civil es ser feliz, cada día más viejo, pero más contento”.

A lo largo de sus 23 años en Acámbaro, se ha adaptado a la comida, las costumbres y las tradiciones locales. Aunque ha experimentado cambios en el clima y la seguridad, se siente feliz y contento con su vida en el municipio. La gente ha sido amable con él y lo ha ayudado a tener una buena estancia. A pesar de ser belga de nacimiento, no ha considerado regresar a su país de origen. A sus 82 años, se dedica a escribir sus memorias y un libro de chistes que ha aprendido durante sus viajes por diferentes países.

*Con información de Yadira Cárdenas y Lourdes Juárez