Salamanca, Guanajuato.- El trabajo para los aseadores de calzado ha disminuido considerablemente en los últimos años. De los 48 que iniciaron labores en el jardín principal hace décadas, solo se han mantenido 28, de los cuales solo seis dependen de este oficio como sustento para sus familias, mientras que el resto lo combina con otro empleo.
Martín Zúñiga es uno de los trabajadores aseadores de calzado que sigue fiel a su oficio, y quien, desde hace 49 años, ha logrado sacar adelante a su familia.

Para quienes visitan el jardín principal en el centro histórico, es común observar a los aseadores de calzado, también conocidos como “boleros,” en sus módulos de trabajo. Se han convertido en parte de la imagen del lugar.
Sin embargo, en los últimos años, algunos de estos espacios han quedado vacíos y en abandono debido a la baja demanda de este trabajo, lo que ha obligado a algunos a buscar otros empleos, mientras que otros se mantienen firmes en su oficio.

Martín Zúñiga aprendió el oficio de su abuelo y su padre en Salamanca
Uno de ellos es Martín Zúñiga, quien aprendió el oficio de su abuelo y su padre, y lleva más de cuatro décadas haciendo lucir el calzado de sus clientes. Reconoció que la demanda ha disminuido significativamente, especialmente durante y después de la pandemia.
“La demanda ha bajado mucho. Hay muchos módulos de aseo solos porque mis compañeros prefieren trabajar en otro lado, ya que aquí casi no sale trabajo. También, desde que ahora usan mucho los tenis, nos ha bajado el trabajo. Solo los clientes fieles son con los que, en mi caso, me he mantenido, llevándomela con mis clientes de años”.
Actualmente, de los 48 aseadores de calzado que trabajaban en el jardín principal, solo quedan 28 en el padrón, pero únicamente seis, entre ellos Martín, permanecen de martes a domingo, fieles a su labor.
“Aquí estamos su servidor, mi hijo y otro muchacho que llega después de las tres de la tarde y hasta en la noche, y en la otra parte, otros tres compañeros. Somos los que estamos de fijo”.

Mencionó que los módulos vacíos y abandonados en el jardín principal de Salamanca, aún tienen propietarios, y cuando ellos decidan, pueden ocuparlos. Sin embargo, lamentó que este oficio sea de poco interés para las nuevas generaciones. A pesar de esto, sus hijos siguieron sus pasos; uno de ellos trabaja de manera fija y actualmente, uno de sus nietos, de 12 años, también comienza a combinar los estudios con este oficio.
“Por mi parte, yo aquí pienso seguir porque mis clientes, aunque pocos, necesitan su boleada, y aquí vamos a estar el tiempo que podamos, que esperamos sean muchos años más”.
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