Mundus vult decipi
Hay un viejo adagio que sostiene que “El mundo quiere ser engañado” mundus vult decipi— y por eso, en todas las edades de este mundo, ha habido embusteros que han tratado de satisfacer el deseo de las masas. No hay novedad, basta pasar los ojos por las páginas de la historia de la Humanidad para enterarnos de los grandes engaños que han hecho víctimas a las más civilizadas naciones en todos los rincones de este planeta. Claro que no es lo mismo referirnos al chupacabras que hablar del futuro de una nación. Hay temas que toman proporciones colosales y amenazadoras.
Hay una creciente inquietud entre la sociedad pensante en México, es decir, analistas, académicos y empresarios en torno los programas sociales que la presidenta está impulsando, siguiendo el ejemplo de su antecesor. A todos nos gusta recibir beneficios del Estado, pero siempre queda la interrogante de ¿cómo se van a enfrentar estos compromisos? Aparece la duda de si tanta promesa hará que el gasto público sea insostenible en los próximos años. No podemos soslayar que hay presiones que vendrán en los siguientes ejercicios. No hay más alternativa que cuestionar de dónde va a salir el dinero para sufragar tanta nueva responsabilidad.
Claro que el prometer no empobrece y la señora presidenta ha hecho una gran cantidad de ofrecimientos, pero no ha dicho cuál será la forma para darles curso. Evidentemente, todos nos queremos formar en la fila para recibir los beneficios, pero nadie quiere participar a la hora de enfrentar los gastos. En el pasado reciente, estos programas sociales le granjearon la popularidad y preferencia al partido en el poder.
Y, ahí se vislumbra el engaño. Estos programas eran vistas como dádivas del presidente. Desde la magnanimidad del ejecutivo, se extendía una mano poderosa, generosa y protectora que cuidaba de los más necesitados para aliviarles sus necesidades. La realidad es que eso no salió del bolsillo particular de ningún mandatario ni saldrá. Pagamos todos con los impuestos que le entregamos al fisco. Si ya en el sexenio pasado el incremento del gasto derivado de estos programas sociales fue de más de quinientos mil millones de pesos y eran menos compromisos, ¿en cuánto se incrementará ahora que la doctora Sheinbaum ha decidido incursionar en otros planes adicionales?
Por supuesto, hay una mayoría de la población a la que eso le tiene sin cuidado. Para ese segmento de personas, la alegría llega al ser beneficiaros de la bondad que genera bienestar. Así, ni a la luz de la verdad desnuda y patente ni con la evidencia de que no se ve ningún escenario en el que el ajuste del gasto operativo pueda aguantar estos planes, la bonomía de la gente en el poder se arraiga de la imaginación popular.
Somos testigos de esa proclividad a creer. Vemos esas ganas de dar por bueno lo que se diga. Presenciamos esa necesidad que tiene el mundo de querer ser engañado. No hay que ser psicólogos expertos para enterarnos. El que tenga ojos que vea. Esta es una verdad que hemos atestiguado todos. Por alguna razón, decidimos poner nuestro cerebro en pausa y nos convertimos en lompos.
Un lompo es un tipo de pez que tiene abierto el hocico siempre y que se traga cuanto se le pone enfrente. Por ello, en la antigüedad, este tipo de peces era el signo de los necios. Y, nada importan las advertencias, recomendaciones, evidencias, insinuaciones, cuando esa creencia fervorosa se ha arraigado, es muy difícil acabar la.
Hay ideas que parecen muy buenas y son lo contrario. Uno se apega a la esperanza de recibir algo, aunque el entorno se haga trizas. El problema es cuando el pueblo se queda sin nada y se enciende la sed de venganza. Lo hemos visto y hemos experimentado los resultados. Qué tal si mejor nos dicen de dónde saldrá el dinero para pagar los nuevos y los viejos compromisos.
