Ciudad de México, México.- Lo que comenzó como una llamada de emergencia por un incendio doméstico en una vivienda de Waterbury, Connecticut, reveló uno de los casos más escalofriantes de abuso, negligencia y cautiverio prolongado que se recuerdan en la historia reciente del estado.
Detrás de las llamas que consumían parcialmente la modesta casa de dos pisos se escondía un grito de auxilio contenido durante dos décadas: el de un hombre de 32 años, quien había sido mantenido prisionero desde los once por su madrastra.

Según informes policiales, el joven —cuya identidad se mantiene en reserva— prendió fuego a unos papeles impregnados en gel desinfectante en un desesperado intento por escapar del encierro. Cuando fue rescatado por los servicios de emergencia, presentaba un cuadro de extrema desnutrición, con apenas 30 kilos de peso en un cuerpo de 1.75 metros de estatura.
Una celda en casa: el infierno en cuatro paredes
Las imágenes captadas por las cámaras corporales de los primeros agentes en llegar al lugar muestran una realidad aterradora.

En el interior de la vivienda, hallaron una habitación de apenas 2,5 por 2,5 metros, cerrada con madera contrachapada y un candado externo. Ahí, según la policía, vivió el joven la mayor parte de su vida, en condiciones de hacinamiento, sin acceso a luz natural, higiene o atención médica básica.
“Quería ser libre”, alcanzó a decir el joven mientras era atendido por paramédicos tras inhalar humo. “No me he duchado en más de un año”.
La mujer señalada como responsable del encierro, Kimberly Sullivan, de 56 años, fue detenida en el lugar. Vestida con pijama y sosteniendo con insistencia a su pequeña mascota, Sullivan aseguró que su hijastro tenía libertad para salir, al menos para realizar tareas domésticas, y que la puerta no estaba cerrada con llave. La policía no encontró indicios que respaldaran esa versión. La habitación en la que fue hallado estaba claramente diseñada para impedir su salida.
Una comunidad en estado de shock
El hallazgo ha provocado un profundo cuestionamiento en la comunidad de Waterbury. El vecindario suburbano, cubierto de nieve y normalmente silencioso, se ha convertido en el escenario de un caso que pone en tela de juicio el funcionamiento de los sistemas de protección infantil, educativo y comunitario.
Según documentos oficiales, el Departamento de Niños y Familias de Connecticut recibió al menos 20 notificaciones de la escuela primaria del joven en años anteriores, preocupados por su prolongada ausencia.
El niño incluso fue entrevistado dos veces por trabajadores sociales, pero siempre afirmaba, presumiblemente bajo coacción, que todo estaba bien. Poco después, la madrastra lo retiró definitivamente del sistema escolar.

A pesar de estos antecedentes, los casos fueron archivados, y los registros borrados tras el periodo de cinco años establecido por la política estatal. La falta de seguimiento y acción ha encendido la indignación pública.
Un padre ausente, un encierro perpetuo
El padre biológico del joven, quien falleció en 2024 tras años confinado a una silla de ruedas, también ha sido mencionado en los testimonios como figura central del silencio que envolvió el caso. Tras su muerte, el aislamiento del joven se intensificó: solo salía un minuto al día para dejar salir al perro al patio trasero. El resto del tiempo, vivía en total reclusión.
Fue entonces cuando, según narró a la policía, encontró un viejo mechero en una chaqueta que perteneció a su padre. Durante meses, ideó un plan de escape que finalmente ejecutó la noche del 17 de febrero.
Condiciones insalubres y abandono extremo

Las más de 100 fotografías tomadas por la policía documentan el grado de abandono en el que se encontraba la vivienda: habitaciones infestadas de moho, pisos rotos, basura acumulada en alfombras y una habitación rosada atestada de trastos, sugiriendo un cuadro de síndrome de Diógenes. El abogado defensor de Sullivan, sin embargo, niega que las imágenes constituyan prueba de maltrato.
“¿Dónde están las esposas, las cadenas? ¿Dónde están los signos físicos de inmovilización?”, cuestionó ante los medios. “Estas fotos plantean muchas preguntas si se miran con objetividad”.
Sullivan se ha declarado inocente de los cargos de secuestro y agresión grave. Quedó en libertad tras pagar una fianza de 300.000 dólares.
Una reconstrucción lenta y dolorosa
El joven ha sido ingresado en un centro hospitalario, donde recibe atención médica, psicológica y nutricional. Las autoridades señalan que enfrenta un largo proceso de recuperación, tanto física como emocional.
“Es un milagro que haya sobrevivido tantos años en esas condiciones”, declaró un investigador del caso. Conmovidos por su historia, agentes y personal de emergencias organizaron una colecta para proporcionarle ropa, libros y otros objetos básicos que lo ayuden a reconstruir su vida.