Guanajuato, Gto.- Los bajos niveles que presenta la Presa de la Soledad, ubicada en el Mineral de Santa Ana, en Guanajuato capital, han dejado al descubierto antiguas ruinas de haciendas mineras que permanecían sumergidas bajo el agua.

Agua se retira hacia la parte más baja de la Presa de la Soledad
A medida que el nivel del embalse desciende y el agua se retira hacia la parte más baja de la presa, es posible acceder a pie a estas estructuras históricas, que yacen semi enterradas en el lecho de la presa construida en la década de 1950.
Caminar entre estos antiguos y gruesos muros de piedra transporta al visitante varios siglos atrás, a la época colonial, cuando la bonanza minera de Guanajuato impulsaba la expansión del Imperio Español y la ciudad adquiría fama mundial por sus inagotables reservas de plata y oro.

Se trata de tres complejos de estructuras que posiblemente pertenecieron a haciendas mineras con décadas o siglos de diferencia entre sí, dispersas en distintas zonas del embalse. Sorprendentemente bien conservados, algunos muros de mampostería aún conservan su recubrimiento original, a pesar de haber estado sumergidos durante tantos años.
Debido a la pérdida de numerosos registros históricos —ocasionada por inundaciones, incendios y otros desastres—, hoy se desconoce gran parte de la historia de estas construcciones. Sin embargo, se sabe que el Mineral de Santa Ana es uno de los asentamientos mineros más antiguos de Guanajuato capital, fundado alrededor del año 1556. Fue, incluso, el primer poblado importante de la región y fungió por algún tiempo como cabecera del distrito minero que más tarde se convertiría en la ciudad de Guanajuato.

Mineral de Santa Ana ya se encontraba en ruinas
Para el año de 1778, el Mineral de Santa Ana ya se encontraba en ruinas, y su población había decrecido al punto de casi convertirse en un pueblo fantasma. Las minas fueron abandonadas debido a los altos costos de operación y a las limitaciones tecnológicas de la época. No fue sino hasta el siglo XX cuando la minería regresó a la zona, primero con capitales estadounidenses y más tarde con inversiones canadienses, lo que dio un segundo aire a esta comunidad donde hoy viven varios cientos de personas.
A pesar de estar en gran parte enterradas, algunas de las estructuras conservan muros perimetrales de varios metros de altura, lo que permite imaginar la imponencia de estos edificios en sus tiempos de esplendor.

Aunque resulta triste ver la presa de La Soledad casi vacía —pues, según el Sistema Nacional de Monitoreo de las Principales Presas de México de la CONAGUA, se encuentra al 22.2% de su capacidad total—, esta situación ofrece una oportunidad única para visitar la comunidad y conocer de cerca estas ruinas históricas, testigos silenciosos de la riqueza minera que marcó los orígenes de Guanajuato.
