¿Cómo afrontar la realidad de un país que se pierde en la búsqueda de una salida de su condición de autodenigración? El término de autodenigración es acuñado por el filósofo Samuel Ramos en su obra El perfil del hombre y la cultura en México, donde explica que es la forma en que el mexicano, demerita y desvaloriza su ser, su esencia y vida comprándose con sus propias expectativas, con lo que son los demás y lo que no está presente en su vida.
Nos es difícil pensar que nuestra vida esté atada a la contrariedad del pueblo mexicano, somos el pueblo que supera la adversidad, que se identifica con el trabajo duro y con la comunión de sus habitantes. Y somos los ciudadanos a los que no nos importa nada, que lo malo que ocurre a nuestro alrededor no es nuestro problema, somos aquellos que preferimos ignorar nuestra realidad.
Si bien el pensamiento de “echarle ganas” a todo, trabajo, escuela, a la vida cotidiana, es parte del pensamiento que nos ha hecho sobresalir en muchos aspectos, está atado a la autodenigración, a vernos comparados con los demás y sus logros, a la vida que a ellos les ha funcionado, sujetos a pensar que no somos nada comparado con los demás y que no nos puede importar nada de esto.
En la época posmoderna le hemos dado la fe de la razón a la nada, a las ideas que no nos dan certeza de cuál es el fin de nuestra existencia, a aquellas que dan cobijo a la incertidumbre de no saber qué o quién soy. Surge de los fracasos de la humanidad al buscar su origen. La posmodernidad ha sobrepasado a la modernidad y la razón lógica, al cientificismo y su búsqueda de la verdad.
Primero debemos entender que la posmodernidad no es solamente un fenómeno de nuestro país, pues sus consecuencias son parte de los males a los que nos hemos atenido estos últimos años. México es un ejemplo de esas consecuencias, pues se han adueñado de la realidad de muchos de sus habitantes, está presente a diario en cada uno de nosotros.
Durante los últimos 15 años hemos estado viviendo una lucha en el país, la realidad nos ha demostrado que lo peor que el ser humano es capaz de hacer es parte ahora de la cultura de nuestro país. Dejando que el mexicano perdiera su valor, pues ya no es tan simple querer opinar y querer solucionar las cosas que ocurren debido al sesgo que hay entre conocimiento y experiencia.

Decir la verdad ya no es útil frente a una persona que prefiere ignorar la verdad, las personas prefieren adquirir la postura de “para mi no es así” y no dar una razón de conocimiento, sólo recalcar que su experiencia no ha sido igual a la de los demás y por ello tiene un valor superior. Han empezado a usar sobrenombres para aquellos que encuentran el balance en la discusión, en su síntesis, “Los tibios” son aquellos que no se identifican con una postura social, intelectual o un punto de vista aceptado.
Un reflejo de la posmodernidad, querer demeritar una opinión que no sea igual a la de los demás, es incongruente, pues uno de sus grandes elementos ha sido darle voz a cada una de las opiniones sobre la verdad. Durante los últimos seis años hemos vivido en una lucha contante entre estos paradigmas, el “yo tengo otros datos” y la realidad, han caído en la autodenigración, si no opino igual que los demás y no soy escuchado, no soy parte de lo que ellos representan. No pertenecemos a ninguna de las caras de esa moneda, somos “nadificados”.
Ese fenómeno se repite a diario dentro de nosotros, al ver que nos hemos quedado inmóviles frente a las cuestiones de nuestro potencial. ¿Qué puedo hacer? ¿Qué es lo que estoy haciendo? ¿Por qué no hago nada? ¿Qué he hecho? Estar pensando diariamente en que nos hemos quedado sentados mientras los logros, los sueños y metas se desvanecen por nuestra incapacidad de no hacer las cosas, es una autodenigración, porque le hemos dado peso al hecho de que otras personas han conseguido las cosas que han querido, su vida es diferente a la nuestra, pero poco importa, porque comparamos lo que ellos tienen y lo que son frente a nuestra realidad.
Somos incapaces de entender que estamos prologando una condición que ha perdurado décadas, desmeritamos lo que somos por algo que no es nuestro, hemos abandonado tres aspectos de nosotros, nuestro valor, nuestra opinión y nuestro ser.