Irapuato, Gto.– El 24 de julio, Irapuato despidió a una de sus más grandes voces. A los 91 años, falleció la cantante y actriz Amalia Macías, figura insigne de la música mexicana y orgullo irapuatense que llevó el nombre de su ciudad natal hasta escenarios de Europa, sin dejar de lado sus raíces.

Su partida fue confirmada por fuentes cercanas y generó una ola de mensajes de despedida en redes sociales, donde la artista, con serenidad, había escrito días antes: “Gracias, vida, por tanto… me voy en paz, cantando”.

La niña que soñaba con cantar

Amalia nació el 22 de marzo de 1934 en una Irapuato distinta, aún de tierra y trenes. A los 13 años, ganó un concurso amateur interpretando “Dos arbolitos” en el Cine Rialto. Aquella presentación fue más que un triunfo local: fue el primer paso de una trayectoria que nunca dejó de crecer.

Gracias al impulso del cantante Luis Pérez Meza y al respaldo del grupo Los Tecolines, Amalia viajó a la Ciudad de México, donde grabó su primer sencillo con el sello Peerless: “Si volviera a nacer”, canción que se convirtió en un clásico en su voz. Pronto apareció en televisión, en programas como Música, risa y estrellas, y compartió escena con artistas como Lucha Moreno e Irma Serrano.

Durante las décadas de 1970 y 1980, Amalia llevó su voz a escenarios de Madrid, Zaragoza, Marbella y Bilbao, convirtiéndose en una de las primeras intérpretes rancheras en presentarse en Europa con mariachi en vivo. En sus giras compartió escenario con figuras internacionales como Julio Iglesias y Camilo Sesto, y en cada concierto hacía una pausa para decir con orgullo: “Soy de Irapuato, Guanajuato, donde se dan las fresas más ricas del mundo”.

En el cine, participó en películas como El tigre de Santa Julia (1974), donde no solo actuó, también interpretó temas rancheros que reforzaron su imagen como una artista completa: mujer de carácter fuerte, voz potente y presencia escénica.

Un adiós con aplausos

En 2021, la ciudad de Irapuato le rindió homenaje en el Teatro de la Ciudad. Amalia, con la mirada encendida por los recuerdos, donó dos de sus vestidos al Museo de la Ciudad y recibió un busto con su rostro, como símbolo del reconocimiento a sus más de seis décadas de carrera artística.

Ese día, mientras sonaban mariachis y las butacas se llenaban de aplausos, ella dijo: “Todo lo que soy, lo aprendí aquí. Nunca dejé de ser la niña que cantaba entre las fresas”.

Un legado vivo

Más allá de sus discos, sus películas y sus presentaciones internacionales, Amalia Macías deja un legado emocional en Irapuato.

Fue una artista que abrió puertas en un mundo dominado por hombres, que defendió con orgullo su origen y que nunca se olvidó de dónde venía, incluso cuando se presentaba ante multitudes del otro lado del Atlántico.

Hoy, la ciudad guarda silencio. La voz de Amalia ya no suena en vivo, pero sus canciones siguen siendo memoria viva de una época, de una tierra y de una mujer que nunca dejó de cantar.

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