El acogimiento familiar es una alternativa de cuidado temporal para niñas, niños y adolescentes que se quedaron sin el cuidado parental debido al maltrato o abandono padecido. Se trata de una población que queda en situación de vulnerabilidad ante las limitaciones, fallas o violencia del entorno familiar de origen.
Es entonces cuando se requiere de una evaluación amplia y profunda de su situación para encontrar la medida de cuidado alternativo más adecuada. El abanico de posibilidades incluye, principalmente, a la familia extensa, el acogimiento residencial y el acogimiento familiar.
Cuando se trata del acogimiento en un núcleo familiar que está abierta a recibir y cuidar de una niña, niño o adolescente de manera temporal, el acompañamiento de un equipo técnico es fundamental. Y cuando se trata de acogimiento de adolescentes que han vivido violencia, dicho equipo técnico requiere estar especializado en el tema para proporcionar el apoyo y guía que la familia requerirá.
En una contribución que hice para la creación de un manual para el acogimiento familiar de adolescentes víctimas de violencia, dejé dicho que dicho equipo técnico ha de estar conformado por profesionales del área de la psicología, trabajo social y derecho, calificados, formados y con experiencia en el acogimiento familiar, conformando una dotación de personal numéricamente suficiente de acuerdo con la cobertura requerida, de tal manera que permita responder de forma personalizada a las necesidades, características y situación particular de las y los adolescentes.
Las y los profesionales, para una eficaz labor conocen los lineamientos y los recursos del sistema, para aplicarlos a su práctica, y favorecer la colaboración; también conocen y aplican los enfoques, principios, procedimientos y estándares de los manuales o protocolos, asumen sus responsabilidades específicas según su disciplina de base y cumple con los requisitos, conocimientos, competencias y actitudes básicas propias de su profesión (RELAF & UNICEF, 2018).
Los acogimientos familiares de adolescentes víctimas de violencia se consideran especializados, por lo que exigen que las y los profesionales cuenten con ciertas competencias específicas, además de las generales propias de su profesión.
Algunas de estas competencias específicas son:
– Formación y conocimientos actualizados en temas fundamentales para esta labor, tales como, adolescencia (características, lo esperado y no, necesidades, expectativas, etcétera), violencia (causas, consecuencias y manifestaciones), trauma, Teoría del Apego, neurociencias afectivas, resiliencia, factores de riesgo y de protección en la etapa adolescente, recursos de apoyo en la sociedad para las familias (en el ámbito público y privado), entre otros.
– Algunos temas que aparecieron durante la implementación de los primeros programas pilotos acogimiento en diversos estados de la República Mexicana en los que participé, y que constituyeron un gran reto para las familias acogedoras de adolescentes, así como para los respectivos equipos técnicos estuvieron relacionados con la sexualidad, la agresividad y el conflicto con la autoridad. Sobre estos temas es importante tener conocimiento y dominio para poder intervenir con las y los adolescentes y para proporcionar herramientas a las familias acogedoras, para poder responder a sus preguntas respecto a qué hacer, cómo entender y abordar los comportamientos y actitudes.
– Habilidades psicoterapéuticas, para la orientación, consejería y contención emocional.
– Conocimiento y habilidad fina para la detección de los efectos o consecuencias de la violencia (algunos indicadores son declarados y visibles, pero otros no, requiriendo del conocimiento del profesional para su identificación y comprensión del impacto que estos generan, pues algunos provocan microtraumas que requieren ser identificados para su adecuado abordaje).
– Conocimiento claro y preciso acerca de los procedimientos del acogimiento familiar de adolescentes víctimas de violencia.
En México, la implementación de programas de acogimiento familiar sigue siendo una tarea y un reto. No es cosa sencilla, sino del orden de lo complejo. No obstante, vale la pena el esfuerzo para su instalación, pues son muchas personas adolescentes viviendo en entornos residenciales que hacen lo que pueden para contribuir a su sano y óptimo desarrollo, pero no siempre lo conseguirán, y no por falta de voluntad, sino porque el mero formato residencial lo impide.
La alternativa residencial está indicada para ciertos casos, pero no para todos. Existen muchas y muchos adolescentes que requieren de una crianza terapéutica que sólo una familia les podrá proporcionar (siempre y cuando dicha familia está capacitada y bien asesorada y acompañada por un equipo técnico). Ojalá las autoridades logren acelerar el paso en esta labor.