Guanajuato, Gto.- Una historia poco conocida sobre la Guerra de Independencia de México, es la de qué ocurrió con los restos mortales de los insurgentes que dieron inicio a este movimiento desde Guanajuato y que a la postre, logró la creación de la nación libre e independiente que habitamos hoy en día.
Y es que aunque Hidalgo y Allende son reconocidos como los Padres de la Patria, la verdad es que ellos apenas y dieron inicio al movimiento, quienes si acaso se mantuvieron vivos durante un 5% del tiempo que duró como tal la Guerra de Independencia.
Para comprender la magnitud de esto, basta mencionar que la guerra se libró de septiembre de 1810 a mediados de 1821, y para finales de 1811, Hidalgo y Allende, junto con Aldama y Jiménez– los otros 2 grandes iniciadores-, ya habían sido ejecutados, y sus cabezas habían sido cortadas de sus cuerpos.

El castigo contra insurgentes en Guanajuato; la historia de las cabezas colgadas en la Alhóndiga
La historia cuenta que luego de las primeras victorias del ejército independentista,-la más grande ocurrida en la Alhóndiga de Granaditas el 28 de septiembre de 1810-, en marzo de 1811, apenas a 6 meses de haber iniciado el movimiento armado, los insurgentes se dirigían hacia el norte para reclutar gente y comprar armas.
Fue entonces cuando fueron capturados en un pueblo llamado Acatita de Baján en el estado de Coahuila y rápidamente fueron juzgados y ejecutados.

Sin embargo, el gobierno de la Nueva España quería dar una lección con ellos para que otros que pensaran en la independencia como una opción viable, se dieran por vencidos.
Bajo la autoridad de un español llamado Ángel Abella, las cabezas de los cuatro insurgentes fueron cortadas de sus cuerpos y fueron resguardadas en cajas con sal para su conservación.
Posteriormente, en una suerte de ‘gira gore de intimidación’ las cabezas viajaron primero a Zacatecas, luego Aguascalientes, Lagos de Moreno, León y después a Silao, dónde fueron exhibidas al público durante meses en lo que debió haber sido un espectáculo dantesco.

Siete meses después de estar siendo exhibidas por todas estas ciudades, el 14 de octubre de 1811, las cabezas de los 4 caudillos llegaron nuevamente a la ciudad de Guanajuato, y fueron exhibidas una vez más, bajo la horca que se encontraba situada en lo que hoy es la Plaza de la Paz.
Para finales de ese mismo mes de octubre, cuatro jaulas de hierro fueron hechas a la medida para colocar las cabezas. Estas fueron puestas en ganchos y colgadas en cada una de las esquinas de la Alhóndiga de Granaditas, donde fueron dejadas como recordatorio y amenaza de lo que le podría ocurrir a cualquiera que intentara nuevamente levantarse en armas contra el gobierno español, y ahí fueron dejadas durante casi 10 años, hasta que la carne podrida se consumió por completo y solo quedaron los huesos.

¿Dónde están actualmente las cabezas de los insurgentes?
Luego, el 28 de marzo de 1821, a unos meses de haber sido proclamada la independencia de México, Anastasio Bustamante ordenó retirar las cabezas de la Alhóndiga.
Las pusieron en cajas de madera y les dieron santa sepultura en lo que hoy es el Templo de San Sebastián, que en ese entonces contaba con un panteón.
Allí permanecieron durante poco más de dos años; incluso hoy en día todavía es posible apreciar un cenotafio que indica el lugar donde se encontraban las cabezas al interior del templo junto con una placa al exterior del mismo, que recuerda este episodio de la historia.

El 19 de julio de 1823 el gobierno de México ordenó trasladar nuevamente las cabezas de los insurgentes, que fueron depositadas al pie del Altar de los Reyes en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, donde permanecieron durante 103 años.

Finalmente en 1926 los restos fueron trasladados al Ángel De la Independencia, donde permanecen hasta hoy en día.
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