Salamanca, Gto.- “Mi hijo Daryl desapareció hace siete años; hoy tendría 35. Un año después formamos el colectivo Salmantinos Unidos Buscando Desaparecidos, que comenzó con siete personas y hoy reúne a más de 360 madres buscadoras. Dedicarle un poema me alienta a no ceder, a seguir buscándolo”, relató Alma Lilia Tapia Nájera, una de las 34 madres que participaron en el libro Mi Grito y Mi Silencio, donde compartieron poemas, mensajes y recuerdos para sus familiares ausentes.

La líder del primer colectivo salmantino explicó que, aunque con el paso del tiempo la esperanza se debilita, su fe sigue intacta. “De mi hijo todavía no hay nada, aunque hay informes de dónde pudiera estar. Se han hecho búsquedas, pero hasta ahora no aparece. Mantengo la fe de que un día lo vamos a lograr”.

El libro Mi Grito y Mi Silencio reúne poemas, mensajes y recuerdos de 34 mujeres que enfrentan la desaparición de sus hijos en Guanajuato.

En el libro, Alma Lilia plasmó el mensaje que escribió el día que nació su hijo:

“Doy gracias Dios por el regalo recibido.
Algunas veces te anhelé y hoy te he sentido.
Regalo del Señor, ser que naces de mi ser
Y eres bienvenido, mi amado hijo querido.
La vida te está llamando, en este tu primer día en el mundo, mi primer día de mamá”.

Ese acróstico, explicó, lo guardó junto con el ombligo, la pulsera del hospital, su primer diente y un mechón de cabello: objetos que 35 años después conservan el vínculo con su hijo. “Incluso su ombligo lo utilicé para su ADN. Es de los días más importantes de mi vida, el inicio de mi maternidad”.

Tapia Nájera destacó que proyectos como Mi Grito y Mi Silencio ayudan a las madres a sobrellevar la ausencia. “Escribir nos permite vaciar los sentimientos que traemos, nos ayuda a drenar y a seguir firmes en la lucha”. Recordó que, desde la creación del colectivo, se han localizado 286 cuerpos y 37 personas con vida.

El libro, de 90 páginas, reúne “palabras de amor en medio de la ausencia y un grito al cielo mientras el corazón grita la falta de los seres queridos”.

En la introducción, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) señaló: “Las palabras fueron una forma de hilar la ausencia, de guardar recuerdos y comunicarse con los seres queridos. Nombrar y honrar la memoria de las personas desaparecidas es no olvidar su lugar en el mundo, un mundo que los reclama y espera su regreso”.

En Guanajuato, donde la desaparición se ha convertido en una herida colectiva, la escritura se transforma en un acto de resistencia: preservar la voz de quienes faltan y protegerla del olvido.

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