Acámbaro, Gto.- Virginia Romero Alcántara originaria de Temascalcingo, Estado de México desde hace 32 años acude a Acámbaro, Coroneo, Jerécuaro, Tarimoro, Salvatierra, Tarandacuao; además de Maravatío en Guanajuato y Zinapécuaro Michoacán.
La necesidad la hizo buscar otro mercado para sus artesanías las cuales son muy conocidas en su lugar de origen. Con maleta en mano llena de rebozos e ilusiones decidió buscar otros horizontes en los que cada dos meses acude a vender sus rebozos.

Desde Estado de México, Virginia mantiene viva la tradición del rebozo en Guanajuato
En un ir y venir constante entre el Estado de México y los mercados de Guanajuato y Michoacán, Virginia no solo vende rebozos; teje sueños y asegura el futuro de sus hijos. Con cada pieza tejida a mano y cada venta concretada, esta incansable madre de familia invierte en la educación, la herencia más valiosa que, asegura, puede dejarles.
Cada uno de los rebozos no es solo una prenda; es el resultado de horas de dedicación, paciencia y una habilidad heredada por su madre que ahora se convierte en el sustento y la esperanza de su hogar.
“Mi mamá me enseñó a bordar, tejer y vender los rebozos, en la actualidad algunos bordados son realizados con máquina para agilizar la producción otros compramos telas y los recortamos como rebozos, aunque no dejo de bordar y tejer. Pero si solo vendiera los que yo elaboro no lograría acudir cada dos meses a estos lugares ya que no tendría mucho producto que ofrecer”, detalló Virginia.

Con sus rebozos bordados, Virginia busca salir adelante y dar estudios a sus hijos
Recién llegado Acámbaro se dedicaba a caminar por la calle vendiendo sus rebozos desde hace algún tiempo solicitó un permiso temporal por lo que los días que acude a vender se instala a unos metros de la parroquia de San Francisco.
Los primeros años que llegó a vender a estos lugares se quedaba a dormir en la calle en una casa de campaña en la actualidad con la inseguridad decidió rentar un pequeño cuartito los días que acude a vender.
Su plan de trabajo ya está marcado los días Martes la mujer acude a Salvatierra, los jueves a Zinapécuaro o Jerécuaro y los miércoles a la comunidad de Parácuaro y el resto de la semana en Acámbaro.
En cuanto termina sus ventas se regresa al Estado de México a elaborar más y ver a sus hijos los cuales todavía están estudiando, uno de ellos acaba de concluir su carrera en enfermería otro está por ingresar a la Universidad.
“Por eso vengo a trabajar para que mis hijos estudien ya que es la única herencia que les voy a dejar, mis hijos son mi motor. No tengo tierras ni riquezas materiales que heredarles, pero la educación, eso sí se las puedo dar. Es lo único que les va a abrir puertas y nadie se los va a quitar”, finalizó Virginia.

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