Las organizaciones criminales encontraron en estos menores una herramienta ideal: jóvenes sin historial delictivo, fácilmente manipulables y cuya participación dificulta la labor policial.
“A esa edad buscan aprobación y pertenencia. Son extremadamente vulnerables emocionalmente”, explica a EFE Jean-Philippe Lecouffe, subdirector de Operaciones de Europol.
Reclutados donde los adultos no miran

El proceso de captación comienza en espacios digitales donde casi no hay supervisión: videojuegos de disparos, canales de mensajería instantánea y plataformas con cifrado extremo. Allí, los jóvenes son contactados, probados e integrados como intermediarios desechables.
En muchos casos no hay compensaciones económicas elevadas. A veces basta con un regalo —una consola, unas zapatillas— o simplemente el reconocimiento del grupo. En otros, se les promete dinero rápido y una supuesta “fama” dentro del mundo criminal.
193 detenciones en seis meses
Para enfrentar la expansión de este fenómeno, Europol creó en abril la Fuerza Operativa GRIMM, integrada por investigadores de once países. En su primer semestre logró 193 detenciones relacionadas con asesinatos consumados o fallidos, así como redes de captación de menores. Entre los arrestados hay autores materiales, reclutadores, facilitadores logísticos e incluso seis instigadores, cinco de ellos líderes de alto nivel del crimen organizado.

Los datos publicados este lunes por Europol reflejan un patrón transfronterizo: se recluta en un país, el crimen se ejecuta en otro, y el autor huye de inmediato a un tercero. La movilidad es clave para borrar huellas.
Suecia fue el primer foco visible del problema, pero hoy la fuerza operativa agrupa a Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Islandia, Países Bajos, Noruega, España, Suecia y Reino Unido.
En España, por ejemplo, seis personas —entre ellas un menor— fueron detenidas en julio cuando preparaban un asesinato con armas de fuego listas para su uso. En Países Bajos, un triple homicidio condujo a la captura de tres jóvenes en Suecia y Alemania. Y en territorio alemán, un intento de asesinato en mayo terminó meses después con arrestos en los Países Bajos.
Menores de 12 años: la edad más baja detectada

Según Lecouffe, los grupos criminales eligen a adolescentes porque pueden presionarlos con facilidad y porque su persecución judicial es más complicada.
“Es aterrador, pero cada vez vemos más casos de menores de 12 años. Son extremadamente jóvenes”, señala.
El trasfondo común es el narcotráfico: disputas por territorios, deudas, rutas y distribución entre bandas rivales. Para no exponer a sus propios miembros, utilizan a menores como ejecutores o mensajeros que difícilmente pueden relacionarse con los líderes.
“Buscan que sea imposible escalar hacia arriba en la estructura criminal”, explica.
Europa aún no dimensiona el problema

Aunque los casos crecen rápidamente, Europol advierte que el continente todavía está en una fase temprana del fenómeno. La falta de conciencia social y la proliferación de plataformas encriptadas crean el ambiente ideal para que estas redes sigan captando menores sin ser detectadas.
“Los padres no pueden ver lo que ocurre en esas aplicaciones, y nosotros tampoco. Ese es el mayor riesgo”, alerta Lecouffe. Muchos ciudadanos incluso dudan de que esta modalidad exista: “Cuando lo explicamos, cuesta que la gente lo crea”.
La agencia europea, con sede en La Haya, planea intensificar el intercambio de información entre países y ampliar la cooperación con empresas tecnológicas, donde comienza la mayoría de estas captaciones.
“Se expandirá”: un fenómeno con tendencia al alza
Preguntado sobre el rumbo que tomará este patrón criminal, el subdirector de Europol es tajante:
“Lo que vemos es preocupante. Y seguirá expandiéndose”.
La respuesta, insiste, no puede recaer únicamente en las fuerzas del orden. Escuelas, servicios sociales, comunidades locales y familias deben incorporarse a un sistema de alerta temprana.
“Protegemos a los niños en el mundo real, pero no con la misma fuerza en internet”, concluye.
Mientras tanto, las organizaciones criminales continúan explorando ese territorio digital opaco donde adolescentes cada vez más jóvenes son reclutados y utilizados como peones en un mercado de violencia que se expande a gran velocidad.
