Irapuato, Gto.- Para el profesor Ramiro Ruiz, el boxeo no es solo un deporte: es una forma de transformar vidas. Entrenador, referee y juez profesional y amateur, ha dedicado más de una década a formar boxeadores, pero sobre todo, a formar personas en Irapuato.

“Quiero que sepan que esto es más que una profesión, es un don, un amor para mí.

El deporte, la manera de educar al boxeador, es parte esencial de mi vida”, dice con convicción.

Ramiro Ruiz, el entrenador de box en Irapuato que transforma vidas

Desde hace 13 años, Ramiro ha encontrado en el ring un espacio para sanar, enseñar y acompañar. Su historia no comenzó con títulos ni con fama, sino con la necesidad de abrir oportunidades que él mismo no tuvo.

“No logré ser boxeador profesional por diferentes situaciones —recuerda—, antes era muy complicado, no había tantas puertas como las hay ahora. Y justo en eso nos estamos enfocando ahora: en abrir puertas a los chavos, para que sea más fácil que lleguen al boxeo profesional.”

Pero su misión va más allá de formar campeones. Su verdadera meta es formar seres humanos disciplinados, empáticos y resilientes.

“Nos gusta trabajar mucho en la parte interna de los chavos, para que los momentos buenos que viven en el boxeo no solo se queden en el ring, sino que también se los lleven a otras puertas de su vida”, explica.

Ramiro cree que el boxeo es más que un deporte: es un refugio. “El boxeo te ayuda a trabajar la frustración y te da disciplina. La mayoría de las personas que lo practicamos empezamos por una situación difícil, emocional, familiar o social y encontramos en el box un refugio. Al tener ese refugio te enamoras del boxeo, porque encuentras esa parte que te hacía falta”, comparte.

Para él, todos los que llegan al gimnasio lo hacen buscando pertenecer, sanar o crecer. Y ahí, entre guantes y sudor, aprenden a canalizar sus emociones, a respetar, y sobre todo, a levantarse después de cada golpe.

Un gimnasio inclusivo y humano

En su gimnasio Ruiz Rizo Boxing, Ramiro trabaja con niños, mujeres, hombres y personas con discapacidad o condiciones emocionales diversas.

“Tenemos alumnos con discapacidad auditiva, con autismo, con TDAH, ansiedad o depresión. Dividimos el trabajo en tres áreas principales: salud mental, condición física y desarrollo personal”, explica.

El objetivo, dice, no es solo que aprendan a boxear, sino que encuentren fortaleza interna.

“Queremos que los cambios sean desde adentro hacia afuera, que el boxeador se transforme primero como persona y luego lo refleje en su entorno. A veces damos a los alumnos una lista de retos o hábitos, y cuando regresan al gimnasio vemos esos cambios reales y permanentes: eso es lo más gratificante.”

Round 2: segundas oportunidades desde el boxeo en Irapuato

Uno de los proyectos más significativos de Ramiro es “Round 2”, un programa que dirige dentro del CERESO de Irapuato, donde imparte talleres de boxeo a las personas privadas de la libertad.

“Queremos que ellos entiendan que su round uno ya terminó, pero que ahora viene el segundo round de su vida, donde pueden prepararse, capacitarse y empezar de nuevo”, comenta.

El proyecto no busca solo entrenar boxeadores, sino formar futuros entrenadores y jueces, brindando herramientas reales para su reinserción social.

“Ahí dentro no solo damos clases de box; damos esperanza, estructura, disciplina. Les enseñamos que todavía pueden pelear su siguiente round en la vida.”

Golpes que enseñan

“El box y la vida son muy parecidos. A veces creemos que la vida nos está golpeando, pero en realidad nos está enseñando”, reflexiona.

Cuando un alumno tiene un mal día en el ring, Ramiro les repite una de sus frases más conocidas:

“Aquí no se pierde, aquí se aprende.”

Porque, igual que en el ring, él sabe que cada caída es una oportunidad para levantarse con más fuerza.

Más que un entrenador

Hoy, Ramiro Ruiz no solo forma campeones estatales —como Gabriel Hernández, Roberto García y Samuel Zaracho— sino también campeones de vida.

“El boxeo cambió mi vida por completo —dice con una sonrisa—. Me ha hecho una persona más empática, más responsable socialmente, y me ha enseñado a preocuparme, pero sobre todo a ocuparme, por mi comunidad.”

Y así, entre golpes, guantes y sueños, Ramiro Ruiz sigue demostrando que el boxeo no solo forma cuerpos fuertes, sino también almas valientes.

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