Desearíamos que la divulgación que se ha hecho en este siglo de la llamada de muchos nombres: crianza positiva, respetuosa, con ternura, con buen trato, disciplina positiva, inteligente, con dignidad, parentalidad positiva, etcétera, así como las recientes reformas asociadas a la prohibición del castigo corporal y humillante y a la promoción y obligación de la crianza positiva fueran suficientes para que hoy las niñas, niños y adolescentes gozaran de prácticas parentales y educativas caracterizados por el buen trato.

Desafortunadamente no es así. Aún existen cifras alarmantes sobre violencias en sus múltiples tipos y con diversa frecuencia e intensidad hacia este sector de la población. Sí, todo esto a pesar del avance de las ciencias humanas, los derechos humanos y los nuevos marcos jurídicos.

Sabemos que las leyes por sí mismas no cambiarán las prácticas de crianza autoritarias de las que venimos las generaciones que hoy criamos a las niñas, niños y adolescentes. Lo que sí hacen es transmitir el mensaje a estas personas adultas acerca de lo que sí está permitido y lo que no lo está en el ejercicio de la parentalidad.

No obstante, el cambio de paradigma en la crianza será lento. Por eso hoy mismo los estilos parentales siguen manteniendo altos montos de autoritarismo: gritos, castigos, regaños, desplantes, humillaciones, incluso golpes, métodos que contribuyen a la naturalización de la violencia y a su transmisión generación tras generación.

Las maravillas suelen venir algo lento, dice el cantautor Silvio Rodríguez. El buen trato hacia las niñas, niños y adolescentes es una maravilla. Por eso viene lento.

Mientras tanto las cifras relacionadas con la violencia en los hogares mexicanos son abrumadoras. En el informe del UNICEF de 2019: “Panorama estadístico de la violencia contra niñas, niños y adolescentes en México”, encontramos los siguientes datos:

  • Casi 4 de cada 10 madres, y 2 de cada 10 padres, sin importar el ámbito de residencia, reportan pegarle o haberles pegado a sus hijas o hijos cuando sintieron enojo o desesperación.
  • Asimismo, 2 de cada 10 mujeres reportan que sus esposos o parejas ejercen o han ejercido violencia física contra sus hijas o hijos en las mismas circunstancias.
  • Adicionalmente, 63% de las niñas y niños de entre 1 y 14 años han experimentado al menos una forma de disciplina violenta durante el último mes.
  • Las prácticas más comunes suelen ser agresiones psicológicas seguidas por otro tipo de castigos físicos y, en último lugar, castigos físicos severos (palizas o golpes con objetos).
  • Este último método fue experimentado por al menos 6% de las niñas y niños del país.
  • Regularmente, las niñas sufren relativamente más agresiones psicológicas que los niños; en cambio, los niños suelen ser disciplinados con cualquier tipo de castigos físicos o con formas más severas.
  • Con respecto a la edad, las niñas y niños entre los 3 y 9 años suelen ser los más afectados por las agresiones psicológicas o por cualquier otro tipo de castigo físico.
  • El uso de castigos físicos severos suele intensificarse conforme las niñas, niños o adolescentes van creciendo.
  • Para el caso de las mujeres entre 15 y 17 años que sufrieron alguna expresión de violencia en su casa durante 2015, destacan los hermanos, madre y padre como principales responsables
  • En una encuesta realizada por la UNAM, el 40.2% de personas encuestadas opinó que es justificable golpear a niñas y niños cuando se portan mal y un 25.3% señaló que se justifica cuando es necesario educarlos

Se trata de cifras pre-pandemia. La pandemia aumentó el estrés parental y con éste el maltrato hacia las niñas, niños y adolescentes. Desafortunadamente, la pandemia se fue, pero no el estrés parental. De ahí que en muchos hogares aún reine la desesperación e intolerancia sobre todo hacia las y los menores de edad.

Las cifras son alarmantes, por lo que urge que todos los integrantes de la sociedad y todas las instituciones trabajemos en la prevención de la violencia hacia las niñas, niños y adolescentes, empezando por cambiar la mirada hacia este sector de la población.

Construyamos una mirada que logre reconocerles como seres humanos, miembros de la misma especie, personas dignas de recibir un trato respetuoso y amoroso. De esta manera crecerán sabiéndose seres valiosos, importantes, amorosos. De paso, en veinte o treinta tendremos sociedades pacíficas, productivas, igualitarias, respetuosas, solidarias, humanas.