La UG y el Congreso del Estado protegen las creencias y valores… pero de antaño
“En la mesa no se habla de política ni religión”. Crecimos escuchando esa consigna, impuesta en defensa de la armonía en las familias o grupos de amigos. Salvaguardar la armonía social fue el argumento de la Universidad de Guanajuato para suspender la exhibición ‘Iconoclasia’, de Edder Damián Martínez Reséndiz.
La máxima casa de estudios cedió a la presión de la Arquidiócesis de León y a los ciudadanos que (sin visitar la muestra, sólo por fotos en redes) denunciaron una terrible falta de respeto a sus creencias. La universidad no quiso herir susceptibilidades, en resumen; puso en tela de juicio su credibilidad como institución que “refrenda su compromiso de ser un espacio plural, incluyente y respetuoso en el que prevalezca siempre la construcción del conocimiento” (palabras del mismo comunicado donde anunciaron el retiro de ‘Iconoclasia’).
Atravesamos un nuevo episodio donde la moral se impone en un estado que históricamente tiene fama de ‘mocho’, donde la censura y la libertad de expresión no son el tema toral, sino la defensa de la compostura, la tranquilidad de las buenas conciencias.
Lo sagrado
El pasado mes de abril, organizaciones católicas tramitaron un amparo para suspender la exposición ‘La segunda venida del Señor’, en el Museo de la Ciudad de México.
Fabián Chairez pintó a sacerdotes y religiosas en situaciones abiertamente eróticas. La Secretaría de Cultura de la CDMX se sumó al descontento del artista, aunque poco pudieron hacer frente al recurso legal interpuesto.
En 2020 Chairez ya había causado revuelo con su participación en ‘Zapata después de Zapata’, que tuvo como sede Bellas Artes. En su obra ‘La Revolución’, ‘el Caudillo del Sur’ aparece montando a caballo, desnudo y con tacones. La imagen enardeció hasta a los herederos del héroe, que amenazaron con demandarlo.
Fabián transgredió lo más sagrado para los mexicanos: sus símbolos religiosos y nacionales.
Recordemos las reacciones cuando manifestantes feministas pintan edificios y monumentos. Son las únicas ocasiones en que la ciudadanía defiende con tanto fervor su ‘patrimonio’.
Los argumentos detrás de la defensa de símbolos y objetos inanimados son tan vacíos como necios. Manifestaciones artísticas y culturales atentan contra creencias que los inconformes deben a una crianza ya obsoleta, a valores que ni siquiera practican en el día a día.
La ofensa, la rabia, invisibilizan los motivos que mueven a la iconoclasia. A la sociedad le incomoda más ver un Jesucristo en tutú, que los abusos a menores cometidos por miembros del clero, le indigna más un edificio grafiteado que feminicidios, desapariciones y tantos crímenes responsabilidad del crimen organizado.
El colmo es que instituciones académicas, como la UG, que deberían ser foro para la discusión, la crítica y la reflexión, se presten a los caprichos de las buenas conciencias. ¿Estamos ante el dominio de la extrema derecha? Podría sonar exagerado, pero este retroceso a los tiempos de la Inquisición es una señal alarmante.
Lo prohibido
Obras como el David de Miguel Ángel o la Venus de Milo no tendrían cabida en las exposiciones a las que abre sus puertas el Congreso del Estado de Guanajuato.
Dos pinturas de la artista Natalia Barajas fueron retiradas de la exposición ‘Reflejos del éxito’. Se trataba de ‘La Diosa de la Fertilidad’ y ‘La Diosa Maya’. Ambas, muestran figuras femeninas con el torso descubierto.
En julio, el director de vinculación social del Congreso, Arturo Gómez Mosqueda, envió una carta a Natalia señalando que “al tratarse de un edificio público que recibe de manera constante la visita de escuelas, niñas, niños y adolescentes, hemos implementado recientemente lineamientos de imagen y contenido de obra con el fin de garantizar un entorno accesible y adecuado para todo tipo de públicos”.
El cuerpo desnudo, en un contexto que resalta la importancia de las mujeres en nuestra cultura, les pareció inadecuado. “No se cosifica el cuerpo de la mujer, ni se hipersexualiza”, replicó la pintora ante la decisión que alteró la narrativa de su trabajo.
Entendemos la intención de provocar y desmitificar que predomina en la obra de Edder Damián Martínez, pero en el caso de Natalia Barajas, queda claro que sus piezas buscaban empoderar, educar y mostrar parte de nuestra historia, ¿cuál es la incomodidad?
Vivimos una era en la que menores con acceso constante a Internet están expuestos a contenidos y estímulos no aptos para su edad, que son además difíciles de regular. Crear tabús innecesarios, estigmatizar la desnudez al grado en que hizo el Congreso, nos regresa al punto que ya comentamos: ganaron la moral y las conciencias escandalizadas.
¿Por qué no nos sorprende? En el mismo edificio que censuró a Natalia se ha evitado la despenalización del aborto y se han postergado discusiones referentes a los derechos de la comunidad LGBTQ+. Es un escenario donde no se defiende a las mujeres, ni la cultura, ni la libertad de expresión, se defienden las convicciones y valores de unos cuantos.
Cabe resaltar que Barajas no sólo ha luchado por la apertura de espacios para las mujeres, sino para las personas con autismo. En sus redes sociales compartió la portada de Correo y otros medios que visibilizaron su experiencia; resaltó la importancia de denunciar la censura que afectó su exposición.
Tanto la Universidad de Guanajuato como el Congreso local son organismos autónomos y sus decisiones deben respetarse, declaró sobre estos temas el secretario de Gobierno, Jorge Jiménez Lona. Hablar de respeto es irónico, a estas alturas.
LO SUPERFLUO: “La verdad os hará libres”, versa el lema de la Universidad de Guanajuato. La actual legislatura se proclama a favor del cambio, representa al gobierno de la gente.
LO PROFUNDO: “La verdad os hará libres”, no olvidemos, es una cita bíblica. El gobierno de la gente, el gobierno del cambio, parece el mismo desde hace décadas.