El 8 de marzo de 1908, en la ciudad de Nueva York, en los Estados Unidos, un grupo de mujeres trabajadoras de la fábrica de textiles Cotton, llevó a cabo un paro laboral en protesta por la precarización de las condiciones laborales en las que se les mantenía, solicitando reducir su carga horaria, recibir mejoras en sus condiciones de trabajo, así como detentar el mismo salario que los hombres que llevaban a cabo las mismas tareas. Ante tal situación, el dueño del establecimiento determinó no cumplir con sus peticiones, cerrando las puertas del edificio para que las mujeres dieran marcha atrás, provocando de manera intencional un incendio en su interior (práctica muy común para la época) y que, al salirse de control, terminaría con la vida de 129 obreras, lo que produciría que, después de la tragedia, se llevaran a cabo varias movilizaciones en diferentes puntos de Estados Unidos, reclamando justicia por las víctimas e igualdad de género.

Este suceso situaría una de las posibles razones de la utilización del color morado como símbolo, al presuntamente generarse humo de este color por los tejidos que ardieron. Si bien no es un hecho confirmado, de acuerdo con los relatos recabados, parece ser que el color lila era el mayoritario en las telas utilizadas en la fábrica. Sea lo anterior leyenda o no, lo que si es un hecho es que la magnitud de la tragedia supuso un antes y un después en la lucha por la mejora de los derechos laborales de las mujeres.

El 28 de febrero de 1909 la activista por los derechos laborales, Theresa Malkiel, lleva a cabo la primera conmemoración oficial, la cual contó sólo con presencia en Nueva York y Chicago, calculándose en 15.000 el número de mujeres participantes. En agosto del siguiente año se llevaría a cabo la segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Copenhague, Dinamarca, donde unos de los principales puntos fueron el derecho al trabajo, el fin de la discriminación en el espacio laboral, el derecho al voto femenino y a ocupar cargos públicos, la protección social de las madres, así como la necesidad de establecer una estrecha relación entre las mujeres socialistas de distintos países, proclamando las delegadas alemanas, Clara Zetkin y Kate Duncker, el Día Mundial de la Mujer Trabajadora, siendo Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza los primeros países en adoptar tal fecha dedicando manifestaciones afines a la misma.

El 25 de marzo de 1911, más de 140 empleados, en su mayoría mujeres (123), inmigrantes de Italia y Europa del Este de entre 13 y 24 años de edad,  murieron al interior de la fábrica textil Triangle Shirtwaiste, en Nueva York, al desatarse un incendio en los tres últimos pisos del edificio de la compañía, del cual no pudieron escapar al encontrarse las puertas cerradas debido a la desconfianza de los dueños por sufrir algún robo por parte de los empleados, debiendo saltar por las ventanas para salvar sus vidas. Las reacciones a este suceso llevaron a considerarlo también como fecha de conmemoración.  

En este escenario, al no contar con un hecho histórico definido, no se dispuso, en principio, con una fecha exacta, variando los eventos, celebrándose una primera marcha simultánea en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, el 19 de marzo de 1911, a la cual asistieron en promedio un millón de mujeres, siendo considerada la primera marcha por el día de la mujer, mientras que en Suecia se celebraría el 1º de mayo, y los dos años siguientes el 12 de marzo. En 1914 las mujeres socialistas de Alemania, Suecia y Rusia acordaron que el Día de las Mujeres se conmemorara el 8 de marzo, siendo ese día, pero de 1917, la fecha en que diversos grupos de trabajadoras rusas fueran a la huelga, realizando una marcha exigiendo pan, paz y el fin del régimen zarista. Este evento sería considerado a la postre por muchos historiadores como el que detonara la chispa de la revolución bolchevique, liderada por Lenin, con la que la clase obrera conquistaría el poder con la abdicación del Zar Nicolás II, otorgándoles a las mujeres el derecho al voto y declarando el 8 de marzo como día no laborable.

Si bien es cierto que a raíz de los diferentes acontecimientos no resultaría sencillo fijar una sola fecha como motivo de conmemoración, producto de compartir esta lucha y esfuerzo en conjunto y a través de un tiempo prologado, sería hasta 1975 que la ONU declararía de manera oficial al 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.

El pasado viernes se conmemoró un día más de lucha y resistencia en donde generación a generación se ha ido heredando el deber de luchar por sus derechos y por los de las generaciones venideras. Sin duda es indispensable reivindicar la lucha de todas las mujeres con el objetivo de fortalecer su presencia y participación en todos los ámbitos, escuchando y haciendo valer sus voces, experiencias y aportaciones, posibilitando con ello derribar todas aquellas barreras que impiden el ejercicio de sus derechos, y con ello erradicar cualquier tipo de violencia y discriminación en su contra.

Celebro el buen desarrollo de la conmemoración en los diferentes espacios en todo el país, entendiendo que debemos seguir apostando a que, de acuerdo a diferentes estudios, la sobrecarga de trabajo de las mujeres no sea cuatro veces más que la de los hombres, que la tasa de participación económica de las mujeres supere el 44% sobre el 76% de los hombres, así como erradicar el feminicidio el cual se estima ocurre en proporción de 10 casos al día.

Es nuestro deber reflexionar, entro todos y todas, acerca de las diferentes maneras en que podemos construir un mejor camino en pos de la igualdad, basado en el respeto a los derechos humanos, la eliminación de los estereotipos, la inclusión de la diversidad y roles de género, así como la eliminación de los prejuicios que tanto nos hacen como sociedad.

¡Acompañémoslas con el puño en alto!

@ottorenecaceres

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