No es sorpresa para ningún mexicano que las olas de violencia estén presentes en todo momento. Desde los periódicos con sus notas rojas, hasta las redes sociales con videos altamente descriptivos que recuerdan la inseguridad y el peligro al que nos exponemos. Hace unas semanas la polémica película Emilia Pérez resonó en el colectivo social y llevó a una discusión en las diferentes redes sociales como X (antes Twitter) o Tik Tok. Los usuarios expresaron su desacuerdo por el retrato caricaturizado de las desapariciones y la violencia que permea el país. Sin embargo, no pretendo que el tema de este artículo sea en torno a la película antes nombrada, sino la alarmante mirada extranjera ante situaciones delicadas como las desapariciones forzadas.
¿Qué está sucediendo en México? Al menos el año pasado, 2024, el país cerró con una cifra de 26.715 personas asesinadas, según el Informe de Seguridad del Gobierno. Al día de hoy hay un total de 121,430 personas desaparecidas y no localizadas según cifras del RNPDNO. Por otro lado, el INEGI menciona que “en 2024, 60.7 % de la población de 18 años y más consideró la inseguridad como el problema más grave”. (Encuesta nacional de victimización y percepción sobre seguridad pública (ENVIPE) 2024). Fuera de las cifras dadas anteriormente, cada una de las personas que puedan leer este artículo habrán experimentado de primera o segunda mano algún nivel de violencia. Lo que vuelve particular el asunto de la violencia es la manera en que se ha enlazado con la cultura y el reconocimiento ante los ojos extranjeros.
Asaltos, asesinatos y secuestros existen en todo el mundo, pero la visión que se tiene de México en el extranjero está basada en las crecientes cifras de violencia del país. Ya no existen personas víctimas de delitos, sino números que se agregan a las cifras. Hay una insensibilidad social por parte de los prejuicios que provienen del extranjero. Fuera de la ya típica figura de un hombre con bigotes, sombrero y zarape existe ahora una nueva atracción exótica en nuestro país, la violencia.

La principal fuente de conversación se aleja de los ya comunes prejuicios, pues la atención se posa en la excéntrica vida del narco, la venta de drogas y el tráfico de armas. Sin embargo, esto se hace desde la comenta social inconsciente de lo que existe detrás de aquellas tres palabras. Sí, hay narcos, responsables de la mayor parte de asesinatos y desapariciones del país. Sí, hay drogas, las cuales llenan anexos en donde, en su mayoría, los ingresados son víctimas de maltratos por parte del personal. Centros que son atacados por sicarios mandados por algún grupo delictivo para asesinar a una persona y llevarse a otro par entre las balas. Sí, en México existe el tráfico de armas, de drogas, de menores, de mujeres, de personas que suman una cifra más en la gráfica de algún PDF en internet.
La incorporación de la violencia no se muestra más allá de la excentricidad que deja la venta de drogas, los lujos del crimen o las glorificaciones a personajes peligrosos. México es vendido ante el mundo como un lugar sin ley, pero omitiendo el dolor y la pérdida de las victimas detrás de estos ahora nuevos estereotipos. Ya no sólo somos el país que usa sombrero, come tacos y va a burro, ahora también se suman las olas de violencia a nuestra cultura. Se utilizan y tergiversan problemáticas como el narcotráfico en películas, como la mencionada anteriormente, que ignoran el dolor de miles de personas que forman parte de un gran porcentaje afectado por la violencia.
Inevitablemente la inseguridad del país ahora forma parte de los nuevos estereotipos para los extranjeros, incluso parte de nuestra identidad. Tal vez la crítica entorno a una película tan controversial y burlesca traiga a la mesa una problemática que se ignora; por miedo, por represalias, por vergüenza o por temor a pensar que en nuestra cultura se ha enraizado una gran mancha de sangre difícil de quitar.
