Inolvidable la tarde del 15 de diciembre de 2023 en la que se llamó a “detener los relojes” para guardar este momento en la Historia: la inauguración del Tren Maya. Lo dijo la directora de Alstom México y lo repitió Tatiana Clouthier en un tuit que desató la burla.

Aquel día Andrés Manuel López Obrador estaba exultante. “No hay una obra así en la actualidad en el mundo”.

El primer tramo del Tren Maya se había abierto paso mediante la deforestación de miles de hectáreas de selva, la tala de millones de árboles, la instalación de pilotes de acero en el sistema de cuevas, la afectación de decenas de cenotes y del sistema acuífero, y los daños irreversibles a la flora y la fauna.

“Es una obra magna”, dijo AMLO, “y se logró también en tiempo récord”. Para no variar, se lanzó contra las organizaciones ambientalistas que habían documentado esa destrucción, sobre los abogados “que querían pararnos, que no se hiciera la obra”. “Pero como hay el respaldo, el apoyo de todo un pueblo –dijo–, pudimos terminar”.

Aseguró que se habían hecho estudios para no afectar ríos, lagos y cenotes. Prometió que los precios serían menores “a los de un autobús”.

Al cumplirse el primer año de la inauguración, cuando los costos habían pasado de 150 mil millones contemplados originalmente a más de 500 mil millones de pesos, la presidenta Claudia Sheinbaum fue a la Península a celebrar la “hazaña histórica” de su antecesor. Dijo que gracias a “su tesón, su voluntad, visión y amor se logró la hazaña a la que estamos dando continuidad”.

Fue otra tarde inolvidable. El Tren Maya le enseñaba al mundo que era falsa la visión de que los conquistadores llegaron a civilizar a los pueblos extraordinarios que existían entonces. Dijo que el Tren Maya era un símbolo contra la discriminación, el racismo y el clasismo de antes y de ahora. Aseguró que el tren “provee bienestar y desarrollo con justicia para las comunidades y los pueblos”. Recalcó que el tren “no fue en contra, como algunos quisieron inventar, sino con y para las comunidades del sureste de México”.

Celebró que solo aquí, en México, “se puede construir un tren de más de 1,500 kilómetros con distribuidores viales, puentes, terraplenes, complicaciones técnicas, en tan solo cuatro años; es decir, solo aquí en nuestro país se hace una hazaña del tamaño del glorioso Tren Maya”. Dijo que el tren probaba la factibilidad de hacer una obra mitigando sus impactos ambientales:

“Enseña que cuando hay voluntad y entrega, y el o la gobernante no se deja vencer frente a la calumnia y la mentira, las hazañas son posibles como la que hizo el presidente Andrés Manuel López Obrador”. Dijo, al final de su discurso, que “el Tren Maya es un símbolo de la Cuarta Transformación de la Vida Pública de México”.

Tal vez esta última frase fue la única verdad que contenía su discurso. Solo unos meses después, la Semarnat reconoció los daños ambientales que había causado la obra y admitió las afectaciones a cavernas y cenotes del tramo 5.

El impacto había sido brutal: 11 mil 482 hectáreas deforestadas, 15 mil pilotes de acero contaminando 130 cenotes y el sistema acuífero, daños irreversibles a la fauna y a la flora.

A finales de noviembre de este año un informe presentado por expertos de diversas organizaciones alumbra “la transformación” que el Tren Maya llevó a su paso: no solo el pisoteo de leyes ambientales, sino también la especulación inmobiliaria, la venta irregular de predios, la construcción sobre humedales, la militarización de la zona, la presencia de grupos criminales que se desplazaron hacia las regiones por donde pasan las vías, los conflictos comunitarios, el incremento de la violencia.

Según el informe “Misión Civil de Observación de Impactos y Afectaciones del Proyecto Tren Maya”, realizado por una decena de organizaciones civiles (Greenpeace, el Centro Fray Bartolomé de las Casas, el Tribunal Internacional por los Derechos de la Naturaleza, el Observatorio Latinoamericano de Geopolítica…), junto a la llegada de grupos vinculados a economías ilegales y el inicio de las disputas entre grupos criminales se desató la violencia criminal, el despojo de tierras, la percepción de inseguridad, el tráfico de personas y la prostitución.

La presencia militar creció, alterando la dinámica y el perfil de las comunidades. Al mismo tiempo, se canceló el acceso a la justicia, “toda vez que las acciones legales contra el megaproyecto han sido neutralizadas por el Estado mediante estrategias que van desde la intervención militar, la coerción de la población, el señalamiento y estigmatización de las personas defensoras del territorio y los derechos humanos, el fomento a grupos de choque dentro de las comunidades, y lo que ha sido crucial: una determinación política de aseguramiento del proyecto ferroviario mediante decretos presidenciales que lo declararon tema de Seguridad Nacional”.

“El País” ha revelado documentos que prueban que el gobierno federal prohibió a inspectores de la Profepa fiscalizar y sancionar la deforestación no autorizada, los cambios ilegales en el uso de suelo, la extracción sin permiso en bancos de materiales, las obras secundarias no registradas, la remoción de vestigios arqueológicos sin permiso y las modificaciones no aprobadas en los trazos del proyecto: el estilo López Obrador, seguido alegremente por Sheinbaum.

Solo en nueve meses de 2025 el Tren Maya perdió 2 mil 681 millones de pesos. No sirvió de nada a los pobladores de la región, que para usarlo tendrían que gastar el doble, ni atrajo la presencia de turistas: en algunos tramos luce completamente vacío y transporta solo el 5% de los pasajeros proyectados (3,200 diarios).

Señala “El País” en un reportaje publicado recientemente: “No hay wifi en el tren. No hay persianas para protegerse del sol. Las conexiones eléctricas no siempre funcionan, lo mismo que el aire acondicionado. El mayor problema es que las estaciones están ubicadas lejos de los centros poblacionales, lo que desincentiva su uso. No solo es la distancia: tampoco hay una red de transporte accesible que conecte con las terminales. En los principales destinos turísticos o ciudades, el Tren Maya dispone de autobuses por un precio que para los locales no es barato (entre 60 y 80 pesos, de tres a cinco dólares); además, los horarios de las corridas son limitados (…) los taxis se han vuelto la única alternativa, y han establecido arbitrariamente una tarifa mínima de 250 pesos (14 dólares). Por ello, los pobladores siguen optando por las tradicionales terminales de autobuses, que están dentro de las ciudades”.

Tenía razón Claudia Sheinbaum: hoy por hoy, el Tren Maya es un símbolo de la Cuarta Transformación de la Vida Pública de México.