Una reflexión sobre la educación sexista y sus consecuencias en la forma en que se relacionan Hombres y Mujeres.

Cuando era niño e iba a la primaría solía pasármela mejor con las niñas que con los niños, tal vez porque en mi hogar convivía principalmente con mujeres. Sin embargo, juntarme con las niñas era mal visto por los demás niños y con el tiempo dejé de hacerlo. En ese entonces me parecía extraña la aversión entre los dos sexos ¿Qué había de malo en el género femenino y por qué juntarme con ellas me quitaba valor como Hombre? Ahora que presto atención a analizar el porqué de esa dinámica, me doy cuenta de la cantidad de veces que el sistema nos enemistaba y nos obligaba a separarnos.

La promesa de las escuelas unisex fue permitir igualdad de oportunidades sin importar el sexo de los alumnos. Lamentablemente, en una sociedad patriarcal como la nuestra no basta con suponer que un simple “permiso” va a marcar la diferencia. Las conductas y roles que la sociedad asigna a los géneros están tan marcadas que es necesario redoblar esfuerzos en la manera en la que se imparte la educación.

Un simple hecho como que las niñas se vean obligadas a usar falda en vez de pantalones es la primera de muchas injusticias que se viven en las escuelas públicas del país. A la hora del recreo se repite la problemática. Normalmente son los niños quienes ocupan más espacio con sus juegos como el acostumbrado futbol, mientras las niñas se ven recluidas a las periferias con el peligro de sufrir un balonazo.

En las aulas, las típicas competencias entre equipos “niños Vs niñas”, propician escenarios en los que salen a la luz todas las percepciones erróneas que tenemos sobre el sexo opuesto con tal de “ganar” y sabernos superiores.

Si alargamos la lista podríamos llevarnos varios renglones enlistando las veces en que desde el entorno escolar la igualdad de género no ha existido. Es en la propia escuela en donde la brecha entre hombres y mujeres se ve más marcada. Actos tan simples como imponer vestimentas o poner a competir a un grupo de niños por su género, además de absurdo es sexista, exalta las diferencias entre géneros y crea rivalidades. La nula convivencia entre los dos sexos en igualdad de derechos y oportunidades desde la infancia, puede tener consecuencias muy graves. La mayoría de los hombres, por ejemplo, no saben cómo relacionarse con las mujeres de una forma no sexual o romántica. Desde pequeños, inconsciente o conscientemente, se le ha enseñado al género masculino que no debe convivir con mujeres a menos de que sea en un sentido romántico, de lo contrario podría ser cuestionada su orientación sexual. Igualmente acostumbramos a incitar a los niños a ver a sus opuestos como algo que necesitan para ser socialmente aprobados. Basta pensar en frases como ¿Ya tienes novia? O ¿Quién te gusta de la escuela?, frases “inocentes” en la que sin darnos cuenta damos a entender que los individuos, desde temprana edad, de pronto se vuelven un objeto que debe ser conquistado.

Según Abril Bleske-Rechek, psicóloga al frente de un grupo de trabajo que ha estudiado la relación entre hombres y mujeres, varones y féminas tienen una percepción muy distinta de los mensajes que reciben del sexo opuesto. Esto, muy especialmente en el caso de los hombres, les lleva a malinterpretar las señales.

En la edad adulta sigue siendo una norma que los hombres heterosexuales se junten especialmente con los de su mismo género y el único acercamiento con el sexo opuesto sea con fines sexuales o románticos. Incluso es cotidiano que, en el supuesto de relaciones de amistad entre hombres y mujeres, sea el hombre el que tergiverse la relación y se enamore de su amiga o tenga un deseo sexual por ella.

Es decir, desde niños, hombres y mujeres no saben interactuar entre ellos desde la igualdad. Al contrario, pareciera que socialmente nos vemos obsesionados por acentuar nuestras diferencias con prejuicios respecto a cómo deberíamos ser y comportarnos. Para la educación no sexista no basta con encerrar a niños en una escuela. Es necesario enseñarles a convivir aceptando estas diferencias sin por eso permitir que los constructos sociales determinen quiénes son.

Sin duda la problemática es sistemática y complicada de tratar. Pero es innegable que la educación escolar juega un papel extremadamente importante en la forma en que los individuos se comportan fuera del entorno familiar. ¿Será que las distinciones que hacemos respecto al género y que crean rivalidad entre hombres y mujeres desde la infancia, desencadenan problemas más graves como violencia de género o sexual en la edad adulta sólo porque no se nos permitió convivir con el sexo opuesto desde la igualdad y el respeto?

En un país como México, donde el machismo, la misoginia y los feminicidios son pan de cada día, preguntas como esa deberían hacerse más seguido. Es momento de prestar atención a las causas y la educación no sexista podría ser una respuesta. Una educación que busque que los alumnos se vean como iguales, que puedan convivir sin prejuicios y que los profesores empoderen a Hombres y Mujeres por igual.