Ciudad de México, México.- Uno de los casos que más ha conmovido a México desde mediados del siglo pasado, es el de Las Poquianchis. Unas hermanas proxenetas que hicieron una red de burdeles entre Guanajuato y Jalisco, convirtiéndolas en un imperio.
Anita fue una de sus muchas víctimas y habló de cómo era trabajar para Las Poquianchis, entre maltratos y explotación, obligadas a prostituirse. Muchas de sus víctimas no sobrevivieron, debido a que eran asesinadas al no acatar las órdenes de sus secuestradoras, por intentar escapar y al ya no ser “útiles” para este grupo.
La red de trata de Las poquianchis

Las poquianchis eran una red de trata y prostitución entre Guanajuato y Jalisco en los años de 1945 y 1964, operado por hermanas de la familia Gonzales Valenzuela, María Luisa, María del Jesús, Delfina y Carmen.
Uno de los métodos que utilizaban Las Poquianchis para secuestrar a sus víctimas era decirles que les darían trabajo como empleadas domésticas en las haciendas de los alrededores, pero esto era una mentira, por lo que terminaban trabajando en los burdeles.
Algunas si eran secuestradas en contra de su voluntad, eran llevadas por los trabajadores y espías de Las Poquianchis, en donde a cambio obtenían favores sexuales y tenían permitido violar a las víctimas.
Sus víctimas eran niñas desde los 6 años de edad, hasta los 15, y las mantenían en los burdeles hasta los 25 años cuando ya las consideraban “viejas” para trabajar. Además de ser explotadas sexualmente, las víctimas eran maltratadas, golpeadas y no les daban de comer.
María, una de las sobrevivientes de Las Poquianchis

Aunque muchas de las víctimas fueron asesinadas, hubo algunas sobrevivientes que pudieron testificar los maltratos y duros momentos que pasaron bajo el secuestro de Las Poquianchis.
Una de ellas fue María, una de las sobrevivientes que fue secuestrada en Ocotlán, Jalisco. En su testimonio cuenta que terminó contándole a una señora muy platicadora toda su vida y carencias económicas, a lo que ella de manera muy amable le ofreció un empleo de camarera pero en otro lugar del estado.
María aún siendo una adolescente, aceptó, esa misma noche fue trasladada en un automóvil en carreteras desconocidas. Por la mañana, tras varias horas de viaje, llegó a una especie de casa de madera, oscura por dentro y había muchas mujeres desnudas adentro.
A pesar de ser muy joven todavía, comprendió inmediatamente que había caído en una trampa y que estaba en un negocio de trata de blancas en Lagos de Moreno. Este sería el inicio de años de torturas, maltratos y explotación sexual.
Durante los primeros tres meses la mantuvieron sometida en un cuarto oscuro. Después de este tiempo la dejaron salir y le dijeron que como aún era una niña, no podía hacer trabajos carnales por si caía la policía, así que en lo que cumplía la mayoría de edad sería empleada doméstica del burdel.

Entonces maría trabajó limpiando el burdel y los cuartos de prostitución día y noche, soportando el trabajo extremo con cinco tortillas secas y una embarrada de frijoles que le daban al día. Cuando ya no podía más, la golpeaban con un garrote. Las agresoras eran unas mujeres mayores de las que al principio no sabía su nombre.
María fue testigo de los momentos más siniestros de esta trata, pues cuando las chicas se negaban a trabajar eran asesinadas por mujeres. Ella recordó que a una de las jovencitas la dejaron morir por inanición, otra de las cautivas fue asesinada a garrotazos cuando estaba en el excusado.
Así fueron sus primeros meses en el burdel, hasta que un día la sacaron a una granja que era propiedad de las mujeres que la secuestraron. Ahí comprendió que cosas peores estaban por venir.
Nos golpearon y atormentaron, arrastrándose de los cabellos y proporcionaron golpes con unos leños y zapatos.
En ocho días de torturas, tres chicas murieron, recordando especialmente a dos hermanas y una de ellas había quedado moribunda, las secuestradoras por puro sadismo, obligaron a que una de ellas rematara a golpes a su propia hermana.

María fue sólo una entre cientos de víctimas de Las Poquianchis, pues se estima que al menos asesinaron a 150 mujeres, pero hubo más mujeres que estuvieron trabajando para ellas durante 20 años, en donde fueron esclavizadas, torturadas y sodomizadas.
Otra de las víctimas que ha hablado del caso fue Anita, la cuál tiene un documental en donde habla de las torturas de Las Poquianchis. El cual lleva el nombre homónimo, dirigido por Lucero Hernández.
Algunos otros testimonios de las víctimas de Las Poquianchis

En los archivos que se tienen de Las Poquianchis hay algunos otros testimonios de víctimas de Las Poquianchis y los delitos que cometieron. Entre ellos lo ocurrido con los bebés nacidos a causa de la prostiución:
Los niños que nacían con motivo de las relaciones sexuales fueron muertos por órdenes de ellas
Esto se corroboró con el testimonio de una jovencita que recordó que cuando nació uno de estos niños, fue estrangulado por las hermanas, los sacaban a la carretera junto con basura, les echaban petróleo y entonces les prendían fuego, para después enterrar los restos en el patio de las casas de citas.
De igual manera, ella declaró que eran obligadas a dejarse penetrar por un perro, que había un grupo de hombres que trabajaba violando a las jóvenes vírgenes o que una mujer las violaba con un fierro para que aprendieran.
Fue hasta 1964 que una jovencita, Catalina Ortega, una de las más recientes mujeres en ser secuestrada, logró escapar de una de las propiedades de las hermanas localizada en el Rancho San Ángel en San Francisco del Rincón, y dio parte a la policía.
En este lugar fueron localizadas 15 mujeres y tres niños. Las hermanas Delfina y María de Jesús fueron las primeras detenidas y enviadas a la prisión de Irapuato. Después Luisa sería arrestada. Fueron sentenciadas a 40 años de prisión.
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