Cada que pienso en Julian Assange recuerdo a personajes como Salman Rushdie o en Roberto Saviano. Ellos tres son personas que han sacrificado su libertad. En el caso de Salman Rushdie, escritor de los Versos Satánicos, este libro le valió una fetua emitida por el Ayatola Jomeini y cuya consecuencia fue vivir a salto de mata para reservar la vida. Roberto Saviano escribió un libro muy controvertido titulado Camorra con el que se consiguió la enemistad de la mafia que opera en Nápoles y por lo que debe vivir custodiado y cambiando constantemente de domicilio para preservar su integridad. La reflexión de ambos autores gira en torno a qué tanto vale la pena ese tipo de vida. ¿Habrían hecho las cosas diferentes de haber sabido las consecuencias que tendrían que enfrentar? Tal vez, no.

              Julian Assange Assange es un hombre de 52 años, sobre el que pesaba una petición de extradición de Estados Unidos a Reino Unido —donde permanecía en prisión hasta el pasado lunes, cuando por fin quedó en libertad—, ya que se le declarado culpable de un cargo de violación de una ley de espionaje estadounidense por haber obtenido y publicado en el año 2010 documentos militares y diplomáticos clasificados. Es decir, este australiano le sacó los trapitos al sol y expuso los procedimientos de inteligencia de los Estados Unidos. Claro que hizo enojar a gente muy poderosa.

 

 

              Por eso, se le encontró culpable de violar esta ley de espionaje que rara vez se aplica y que nunca se había hecho efectiva contra periodistas. Estados Unidos dio marcha atrás sobre su reclamo de castigar a Assange sobre dieciocho delitos: uno por intromisión en un ordenador de propiedad federal y otros diecisiete contra la ley de espionaje. Unos cargos por los que podría haber sido condenado a 175 años de prisión después de que Washington diera garantías a Londres de que no se le aplicaría la pena de muerte. Sí, pudo habérsele aplicado la pena capital.

El caso es controvertido. Julian Assange es un santo, una víctima, un demonio, un victimario desde el punto de vista que se vea.  Incluso, la reacción de las diferentes administraciones estadounidenses, tanto las republicanas y las demócratas era oscilatoria. Está claro que Assange no estaba rezando el rosario y que sabía que estaba nadando en aguas profundas. El tema se había convertido en la piedra incómoda del zapato. Muchos de los que ven a Assange en una víctima piensan que el procesamiento de un individuo concreto se trata en realidad de amenazar la libertad de expresión y de amedrentar a los medios de comunicación. También está el punto de vista que defiende que el señor violó la ley.

Sea como sea, Assange está libre y ya regresó a Australia, su país de origen. Cualquiera pensará que su Calvario termina aquí y tal vez eso no sea así. Queda pendiente el acuerdo judicial y que la situación esté definitivamente resuelta. Eso aún no se da pero, después de once años de procesos judiciales, varios encarcelamientos y siete años de asilo en la embajada de Ecuador en Londres, durante los cuales fue objeto de espionaje a todas horas del día, eso sí que ya llegó a su fin.

Nos queda un sabor agridulce. Julian Assange se declaró culpable de un delito de espionaje que siempre negó. Lo hizo por conveniencia, está claro y eso tiene que ver con las implicaciones que esto pudiera tener en casos similares en el futuro. Eso no está tan lindo. No obstante, es una excelente noticia el fin de la persecución de una figura clave de la libertad de prensa en un momento en el que el derecho a la información está muy amenazada a nivel global.

 

 

Julian Assange quedará como un paladín, un héroe para muchas personas y para otros, como un sujeto que le jaló fuerte los bigotes al tigre y tuvo que enfrentar sus consecuencias. Entre esos dos extremos, está la reflexión de un hombre que vivió años en un encierro de vigilancia perpetua y no sé si valió la pena. Sólo él en su fuero interno lo sabrá. Tanto Rushdie como Saviano han declarado que, si pudieran echar las manecillas del reloj atrás, habrían hecho las cosas en forma distinta.