El crimen de Paola Bañuelos nos demuestra que no avanzamos nada en materia de violencia de género, en el combate al machismo y la impartición de justicia

Paola Bañuelos despareció el pasado 8 de julio en Mexicali, Baja California. Estudiante de la Universidad Autónoma de Baja California, 23 años. Fue vista por última vez abordando un vehículo de la plataforma Didi al salir de un bar.

Familiares y voluntarios se organizaron de inmediato para buscarla, pidieron el apoyo de la ciudadanía a través de las redes sociales.

Por desgracia, el cuerpo de Paola fue encontrado el 11 de julio, a menos de 20 kilómetros del punto donde tomó el taxi. Los estudios pertinentes concluyeron que fue estrangulada.

Esta historia, con sutiles variaciones, es frecuente en México, el país donde en promedio cada día son asesinadas 11 mujeres y donde el fenómeno de la desaparición de personas está fuera de control.

El principal sospechoso de este crimen se encuentra detenido. Sin embargo, será hasta que finalice su proceso cuando veamos si se hace o no justicia, (esa justicia que definen las leyes, justicia escurridiza y que cuando se aplica, siempre parece insuficiente).

Machismo y revictimización

La difusión que alcanzó el caso de Paola recordó la historia de Debanhi Escobar, aquella imagen de la joven de 19 años, parada junto a la autopista Monterrey-Nuevo Laredo.

Ambos casos presentan semejanzas, que a dos años de distancia, nos demuestran que hay cosas que lamentablemente no cambian.

La primera de ellas: Debanhi como Paola llegaron acompañadas a los sitios donde pensaban divertirse, pero se marcharon solas a mitad de la noche, situación que las vulneró y expuso a un terrible desenlace.

Usuarios de redes sociales viralizaron la frase “juntas nos vamos, juntas regresamos”. Las amigas de Paola Bañuelos fueron duramente criticadas por ‘abandonarla’, tal como sucedió con las compañeras de Debanhi, a quienes incluso se les acusó de complicidad.

Asimismo, la reciente tragedia revivió el debate sobre cómo las jóvenes insisten en ponerse en riesgo, en salir a bares y fiestas, beber y volver a casa a imprudentes horas.

En resumen, las mujeres siempre son responsables de aquello que les ocurre, la culpa jamás se concentra en sus agresores y todo el sistema conductual detrás de ellos.

Existe un concepto que sesga el cómo se abordan ciertos delitos: la víctima ideal. Una joven con una vida por delante, estudiante, tranquila, recordada como una buena persona, cumple los requisitos que generan empatía, despiertan interés mediático, y podrían garantizar un acceso más rápido a la justicia. Pero la narrativa se rompe cuando se revelan ciertos detalles: tenía una vida sexual activa, había bebido, le gustaban las fiestas, y un largo etcétera de elementos que la opinión pública señala, condena y hasta usa para justificar desapariciones, feminicidios, violaciones.

Las historias virales como las de Debanhi y Paola, exhiben lo poco que se ha avanzado para combatir el machismo, el origen de todos esos crímenes que nos consternan.

Taxis, espacio inseguro

El segundo aspecto común entre estos casos es la participación de taxistas. Juan David Cuellar, conductor que abandonó a Debanhi Escobar en medio de la nada, aseguró que intentó ayudarla y quedó como un testigo de las investigaciones, que sólo aportó su versión plagada de huecos.

El 7 de septiembre de 2017, en Puebla, Mara Castilla pidió un taxi a través del servicio Cabify tras salir de un bar con sus amigos. Jamás regresó a casa. El conductor la secuestró para llevarla a un hotel donde la asesinó; luego abandonó el cuerpo en la carretera. Debido a la trascendencia nacional del crimen, el gobierno poblano retiró a Cabify el permiso para operar en el estado.

Sergio Daniel es el nombre del taxista acusado del feminicidio de Paola Bañuelos. Didi, la empresa para la cual trabaja, emitió un comunicado de cinco líneas lamentando el hecho, dando el pésame a la familia de la joven, prometiendo colaborar con las autoridades. Meras formalidades.

Cuando conductores de estos servicios se ven involucrados en ilícitos, las plataformas suelen deslindarse.

Es irónico, ya que estas aplicaciones surgieron como una alternativa segura y controlada al transporte tradicional. Es increíble que contar con la fotografía, nombre, placas, tipo de vehículo, evidencias de la hora en que inicia y culmina un recorrido, no garantiza esa seguridad, y mucho menos justicia cuando se es víctima de un delito.

Sergio Daniel se entregó a las autoridades, intentó huir, pero fue llevado de regreso a Baja California. Está tras las rejas no por la colaboración de la empresa que lo empleaba, ni por la eficiencia de la policía, sino por la presión que ejercieron los internautas que compartieron su imagen desde el momento en que desapareció Paola.

¿Quién regula la contratación y conducta de los trabajadores de este gremio? Las respuestas nunca son claras. Mientras tanto, todos los días encontramos en Facebook, X e Instagram, denuncias de mujeres que lograron escapar de intentos de secuestro o sufrieron algún tipo de acoso o abuso en taxis.

LO SUPERFLUO: Los casos mediáticos obligan a la sociedad a debatir, a cuestionarse respecto a la violencia de género.

LO PROFUNDO: Los casos mediáticos no deberían ser necesarios para retomar problemáticas que urge resolver.