Irapuato, Gto.- En cada ladrido hay una historia, algunas hablan de abandono, otras de miedo o dolor, pero también de esperanza. Cada día, decenas de perros esperan algo más que alimento o un techo: desean una familia.

En el Centro de Atención Canina Irapuato (CANI), detrás de cada ladrido hay un pasado que merece ser contado, algunos casos son especialmente conmovedores, como el de Inesio, un perrito abandonado afuera del INE. Llegó cojeando, con una lesión en las patas, pero fue atendido por el equipo veterinario y hoy está completamente recuperado.
“El nombre se lo pusimos por el lugar donde lo encontramos, el INE”, cuenta Aminadar Martínez Franco, coordinador de Prevención, Atención y Protección Animal. “Nos gusta que cada uno tenga una personalidad, que no sea solo un número. Aunque después la familia adoptiva le cambie el nombre, lo importante es que tenga identidad”.

También está la historia de Canelo, un perro color café que deambulaba por el Centro Histórico, los vecinos lo conocían porque robaba tortas a los niños cuando salían de la escuela o seguía a las señoras con el mandado, no lo hacía por maldad, sino por hambre y miedo.
“Cuando lo capturamos, vimos que su conducta era una agresión por temor”, explica Martínez. “Muchos perros callejeros reaccionan así por el maltrato que han sufrido. Ya aquí se ha recuperado: juega, busca cariño… hasta su mirada cambió. Antes se notaba el sufrimiento; ahora se ve tranquilo”.

Otra historia es la de una perrita de tres años, rescatada junto con la Secretaría de Seguridad Ciudadana luego de que una persona la agrediera. Llegó débil, desnutrida y sin vacunas, como muchos otros casos que terminan aquí después de una agresión física que casi les cuesta la vida.
Detrás de cada caso hay una historia de abandono, pero también un trabajo constante por devolverles la salud y la confianza.
“Nosotros los rehabilitamos, los atendemos y los preparamos para una familia. Lo que más necesitamos es que la gente adopte”, comenta el coordinador.

Actualmente, varios perros esperan una oportunidad en las instalaciones municipales, son alrededor de 20 los que buscan un hogar. Algunos llevan meses ahí, viendo pasar a personas que aún no los eligen; otros, incluso, llevan años. Aunque en redes sociales sus historias conmueven, en la vida real pocos se acercan a adoptarlos.
“Todavía falta cultura de adopción —reconoce Aminadar—, pero cada perro que encuentra un hogar es una historia nueva, una muestra de esperanza”.
Todos esperan lo mismo: una segunda oportunidad para demostrar que el amor también puede tener cuatro patas.
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