Guanajuato, Gto.- Próximamente se estrenará la serie de “Las Muertas” en Netflix, una serie que se basa en la novela homónima del escritor guanajuatense, Jorge Ibargüengoitia, en dónde se narran los terribles crímenes de las hermanas “Baladro”, quienes en la vida real serían conocidas como Las Poquianchis.
La historia detrás de estas hermanas, cuyo apellido originalmente era Torres Valenzuela, es que juntas construyeron una red de prostitución entre Jalisco y Guanajuato, y cometieron una serie de crímenes terribles con sus complices, constiutyendo un imperio críminal, que perduró de 1954 a 1964.
A continuación te hablaremos de ¿Quiénes fueron las Poquianchis? y ¿Cómo construyeron su imperio criminal?
Pobreza y violencia, los inicios de las hermanas Torres Valenzuela

Las hermanas nacieron con el apellido Torres Valenzuela, eran Delfina, María del Carmen, María Luisa y María de Jesús, hijas del matrimonio de Isidro Torres y Bernardina Valenzuela, oriundas de El Salto en Jalisco.
La familia era muy pobre y disfuncional, el padre Isidro Torres era un hombre sumamente violento que maltrataba a su familia. Bernardina, era por otro lado, una mujer muy religiosa, y sumisa ante su marido, aún frente al maltrato de sus propias hijas.
Se decía que las hermanas desde pequeñas eran obligadas por su padre, para que viera las ejecuciones de los presos en la cárcel en dónde él trabajaba. Por lo que, las hermanas Valenzuela crecieron en un entorno de violencia y marginación del que sufrieron los primeros años de su vida.
Un día su padre quién era un oficial de policía asesinó en ataque de locura neurótica a un supuesto delincuente, Félix Ornelas quién era un hacendado sospechoso de diversos delitos, por los cuáles tenía que pasar por un proceso de investigación, sin embargo, fue asesinado durante el intento de su arresto al recibir varios disparos por la espalda por parte de Isidro Torres, sin ninguna justificación.
Ante este hecho tan vergonzoso de la familia, Isidro Torres se vio obligado a irse para tener una vida de prófugo, mientras que la familia cambió su apellido por el de González para evitar escándalos que afectarán la reputación de la familia.
Pocos años pasaron, y en 1935, las hermanas “Gonzales”, ya siendo jóvenes habían conseguido empleo en una fábrica textil, pero los salarios apenas les servían para subsistir y buscaron por todos los medios salir de la miseria.
En 1938, María del Carmen conoció a un hombre llamado Jesús Vargas a quién le apodaban, “El Gato”, con el que entabló una relación, ante la miseria, Carmen ese mismo año se fue a vivir con Vargas, y al poco tiempo abrieron una pequeña cantina en El Salto.
No obstante, Jésus Vargas desperdició y malgastó las ganancias del establecimiento y llevó a la quiebra del establecimiento. Por ello, Carmen lo abandonó y regresó a vivir con sus hermanas, luego de la muerte de su madre.
Cuándo sus padres fallecieron les dejaron a las hermanas Gonzales, una modesta herencia, con este capital, Delfina González, la mayor, abrió su primer burdel ubicado en El Salto en 1945.
Cabe decir, que la prostitución estaba prohibida en Jalisco, pero la poca vigilancia y la regulación de estos establecimientos, como la pasividad del gobierno hizo que el burdel, diera a las hermanas Gonzales, un medio para sostenerse, y aprender del negocio, pero el ambiente clandestino, también atrajo personajes peligrosos con quienes las hermanas se codearon para construir su negocio.
El prostíbulo administrado por Delfina con el apoyo de sus hermanas menores estuvo activo por mucho tiempo, hasta que una riña suscitada en el lugar llamó la atención de las autoridades y tuvieron que cerrar el establecimiento.
Imperio del crimen de las Poquianchis (1954-1964)

Para 1954, las hermanas Gonzales ya tenían mucha más experiencia. Este año Delfina mudó su prostíbulo a Lagos de Moreno, Jalisco, en dónde el propio alcalde concedió los permisos para que el negocio operará como bar a cambio de favores sexuales, tapando el verdadero negocio que era el burdel clandestino.
En un ambiente de clandestinidad, de corrupción y complacencia de autoridades locales, las hermanas fundaron varios burdeles en León, San Francisco del Rincón y Purísima del Rincón, este último lugar municipio de Guanajuato, era dónde las hermanas vivían
Esta red de negocios hizo que las Poquianchis, todo un imperio criminal, en dónde tenían todo a su merced y un conjunto de personas que les ayudarían a sostener este imperio: secuestradores, madrotas, policías corruptos, sicarios, y distintas propiedades y predios rurales para establecer sus negocios.
Las hermanas tenían el mismo modo de operar, simulando tener negocios legales como una tienda de ropa, bares y otros establecimientos, cuándo dentro se ocultaba, la corrupción de menores, muertes, crímenes atroces, y la complacencia de la policía local o las autoridades implicadas.
Las principales víctimas eran niñas de entre 12 y 15 años de edad, pocas veces superaban esa edad, a quienes secuestraban en otros ranchos y predios rurales, de Guanajuato y Jalisco, o lo más común, eran engañadas con fines de que iban a conseguir trabajo, pues en muchas ocasiones, las víctimas debían dinero a las hermanas, pero al momento de acudir a sus negocios, jamás volvían a casa.
Las chicas tan pronto como eran secuestradas, las convertían en esclavas en burdeles en dónde eran torturadas y sodomizadas física y mentalmente, y finalmente asesinadas en cuánto ya no les “servían” a las Poquianchis. También se supo del asesinato de varios clientes, y otras personas que pretendieron hablar de lo que sucedía dentro de esos lugares, y de extorsiones a quienes tenían muy amenazados, entre estos, algunas figuras públicas.
¡Alarma! Las Poquianchis son atrapadas

En 1964, Catalina Ortega, una chica joven, fue engañada como muchas otras, bajo mentiras de unas mujeres. Catalina terminó en un prostíbulo en dónde fue custodiada y secuestrada y obligada a trabajar en el burdel en dónde se cometieron crímenes atroces.
Sin embargo, por descuido de sus custodios, logró escapar de aquel lugar y se presentó en la comandancia de la Policía Judicial de León, Gto, en dónde denunció que había varias chicas secuestradas en otro establecimiento en San Francisco del Rincón en dónde se han cometido diversas atrocidades.
La denuncia alertó a las autoridades y atrajo a la prensa, ya que la denuncia hecha por Catalina Ortega, además de la gravedad de los crímenes que relató fue víctima, también implicó algunas autoridades de Guanajuato, por lo que se realizó un operativo para detener a las hermanas que custodiaban el burdel, y proceder a la investigación de los negocios que manejaban las hermanas.
Ahí detuvieron a Delfina y a María de Jesús Gonzáles, aunque, María Luisa, logró escapar a último momento, para posteriormente, se encarcelada.
Así es como comenzó la historia conocida de las Poquianchis, en el interrogatorio hacia estas mujeres, quienes poco a poco, fueron relatando sus crímenes una vez que se iban descubriendo. La historia tuvo un impacto internacional, por la cantidad y diversidad de sus crímenes, que fueron narrados por las mismas victimas y cómplices. Uno de los medios públicos que más destacó fue la revista local de ¡Alarma!, pues brindó toda la atención al hecho, recopilando las entrevistas de las victimas.
Las mujeres rescatadas de los burdeles del imperio de las Poquianchis fueron quienes dieron el testimonio de los terribles crímenes que perpetraron tanto las hermanas Gonzales, señalando también a sus cómplices y sus vínculos con figuras de la política del estado de Guanajuato y Jalisco.
Así mismo, fueron las víctimas quienes señalaron las fosas clandestinas en dónde eran enterradas las chicas, así como de la cantidad de víctimas asesinadas durante los 10 años que perduró su imperio criminal, del cuál, las autoridades pudieron corroborar al menos 90, pero las cifras podrían apuntar a unas 150 personas.
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