El encuentro se realiza en territorio que alguna vez fue ruso y que, durante la Guerra Fría, fungió como línea de frente de vigilancia de misiles, inteligencia y despliegue estratégico. Ahora, en medio de un conflicto prolongado en Europa del Este, Alaska vuelve a ser punto de contacto entre Oriente y Occidente.

Un escenario cargado de historia y tensiones
La elección de Alaska como sede no es casual ni neutral. Se trata del primer viaje de Putin a suelo estadounidense desde 2015, cuando participó en la Asamblea General de la ONU en Nueva York. Estados Unidos, al no ser parte de la Corte Penal Internacional —la cual emitió en 2023 una orden de arresto contra Putin por crímenes de guerra—, no está legalmente obligado a detenerlo.
Este es también el primer encuentro directo entre ambos líderes desde que Trump retornó al poder, y llega en un momento de fuertes presiones diplomáticas y militares en torno al conflicto ucraniano.
Ucrania, fuera del cuarto: ¿negociación sin Kiev?

A pesar de los rumores iniciales, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski no participará en la reunión. El Kremlin ha sido claro: no habrá diálogo entre Putin y Zelenski hasta que se alcance un acuerdo de paz listo para firmarse.
Putin ha declarado estar dispuesto a reunirse con su homólogo ucraniano, pero “las condiciones todavía están lejos de lograrse”. Esta exclusión ha generado inquietud en Kiev, donde funcionarios ucranianos alertan sobre un posible acuerdo a sus espaldas.
“Cualquier decisión que se tome sin Ucrania es al mismo tiempo una decisión contra la paz”, afirmó Zelenski esta semana. “Nunca funcionarán”.
Una agenda cargada y sin concesiones claras
Trump llega a la cumbre frustrado por la negativa rusa a detener el bombardeo de ciudades ucranianas. Zelenski ha manifestado su disposición a aceptar un alto al fuego inmediato, como punto de partida, pero Moscú insiste en condiciones que Kiev considera inaceptables: retiro ucraniano de las regiones anexadas en 2022, cese de movilización militar y fin de entregas de armas occidentales.
Putin exige además que Ucrania renuncie a la OTAN, ceda Crimea, y acepte al ruso como idioma oficial. A cambio, ofrece una tregua que mantendría bajo control ruso las áreas ocupadas, incluso aquellas donde el Kremlin aún enfrenta resistencia armada.
Trump, en cambio, reconoció la posibilidad de “intercambios de tierra” para alcanzar un acuerdo.
“Habrá algunos intercambios de tierras… para el bien de Ucrania. Algunas cosas buenas, algunas cosas malas para ambos”, declaró.
La cumbre es vista por Putin como un triunfo diplomático, tras años de aislamiento internacional. Para los aliados europeos de Ucrania, el riesgo es que el encuentro legitime las demandas rusas y debilite la posición de Kiev.

La jefa de política exterior de la UE, Kaja Kallas, fue enfática:
“Una paz sostenible significa que la agresión no puede ser recompensada. Todos los territorios ocupados pertenecen a Ucrania”.
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, señaló que Trump buscará verificar si Putin está realmente comprometido con la paz antes de involucrar a Ucrania y al resto de los aliados europeos en un proceso negociador más amplio.
Antes del encuentro, Putin sostuvo conversaciones con Xi Jinping, Narendra Modi, Lula da Silva, y líderes de Sudáfrica, Kazajistán, Uzbekistán, Bielorrusia y Kirguistán. Según analistas, el mandatario ruso buscó asegurar apoyo diplomático y coordinar posturas antes de entrar a la mesa con Washington.
El analista cercano al Kremlin, Sergei Markov, dijo que “Putin se prepara para un acuerdo, pero necesita demostrar que no está solo”.
