Apaseo el Grande, Gto.- Previo al día de muertos en Apaseo el Grande, algunos ciudadanos conocen la historia de la Misa de Medianoche en el templo de la Preciosa Sangre que se llama a las 12 de la noche o en la madrugada con campanadas que pocos escuchan, y a la que nadie quiere ir.
La misa de medianoche es una leyenda plasmada en un libro del cronista ya fallecido Félix Sánchez Bárcenas. Cuenta la historia de Tecla, una mujer vecina de Apaseo el Grande, quien al escuchar las campanadas acudió a misa sin saber la hora pues pensó que se trataba de una misa antes del amanecer.
Tecla al llegar al templo vio una luz tenue en el interior que estaba iluminado con velas. Respetuosa de la misa que ya había empezado, tomó su lugar y se sentó viendo solo como sombras a los demás feligreses.

La leyenda dice que al prestar atención notó que el sacerdote rezaba en latín frente al altar y de espaldas a la gente, sus ojos se fueron acostumbrando a esa oscuridad y empezó a tener una mejor visión empezando a distinguir a muchas personas, don José, doña Rosa, Juanita, don Manuel y fue que empezó a recordar que todas esas personas ya habían muerto.
En ese momento tembló de miedo y se le trabó boca, sin poder hablar, lo único que deseaba era salir del templo y al ir a la salida empezó a ver cómo los rostros de los presentes se fueron desfigurándose hasta quedar en aspecto cadavérico con ropas polvorosas y algunas manchadas de sangre como si hubieran salido de la tumba.
El cuerpo de doña Tecla apenas respondía para mantenerse de pie y con mucha dificultad trataba de caminar, mientras los difuntos que estaban en misa parecían detenerla estirando sus manos. Ya al final del templo, la mujer alcanzó a voltear para ver al sacerdote y en ese momento se percató que el padre no tenía cabeza.
Ya afuera corrió tan rápido como pudo hasta llegar a su casa dónde se dirigió directamente a su cama y espantada se cubrió con las cobijas. Aunque por un rato no consiguió dormir, el cansancio terminó por vencerla.
Luego, con la luz del día y ladridos de perros, se despertó como a las 7 de la mañana pensando que todo eso había sido una pesadilla, pero al ir a la botica se encontró a su comadre Alberta quién le mostró un rebozo azul con adornos blancos y le dijo.
“Mira comadre ayer a la hora de entrar a misa me encontré tu reboso tirado en el suelo del pasillo del templo de la Preciosa Sangre, lo reconocí ya ves que te lo compraste cuando fuimos a San Juan de los Lagos”.
Tecla sintió un escalofrío y una sorpresa tan grande y se dijo: “fue cierto, no estaba soñando cuando me arrastré en el templo perdí mi reboso”.
Así le contó a Alberta lo que pasó y su comadre le explicó que todos los muertos allí presentes al finalizar la misa se desaparecen, pero pasa un niño vestido de acolito recogiendo la limosna y da las gracias por todas esas almas en pena, luego indica el lugar donde está escondida una bolsa con monedas de oro.
El cronista recopiló versiones de varios vecinos que señalaron que esos muertos eran personas que quedaron a deber misas cuando estaban vivas o que fueron buenas, pero nunca fueron a misa con devoción y solo descansarán paz cuando participen en una misa de difuntos, sin embargo, el requisito es que al menos haya una persona viva con ellos.

Por su parte, el sacerdote sin cabeza es un alma en pena que vivió en los pueblos entre Guanajuato y Querétaro en aquellos tiempos en que las minas daban oro y plata. Entonces los hacendados españoles, comerciantes y mucha gente le daban limosnas al sacerdote para que rezara por ellos o por algún familiar, pero supuestamente, el padre ni rezaba ni pedía y solo le importaba acumular ese dinero que había escondido en una bolsa hecha de piel de becerro.
Un día unos asaltantes buscando ese botín, lo decapitaron sin que el padre les revelara donde estaban las monedas.
