Celaya, Gto.- Familiares de las víctimas del Domingo Negro en Celaya se reunieron hoy, a 26 años del 26 de septiembre de 1999 a rendir honor a las víctimas de la trágedia que cambió la historia de Celaya.
Hoy se cumplen 26 años de una de las peores tragedias que han marcado a Celaya, en la que 72 personas perdieron la vida oficialmente y más de 350 resultaron lesionadas, aunque testigos y sobrevivientes aseguran que las cifras reales fueron aún mayores.
Aquella mañana de 1999, alrededor de las 10:00 horas, una fuerte detonación sacudió la calle Antonio Plaza, casi esquina con Felipe Ángeles. Cuatro toneladas de pólvora y pirotecnia almacenadas de manera ilegal en la “Abarrotera Celaya” explotaron en cadena: primero una, luego una segunda –la más devastadora– y finalmente una tercera que terminó por arrasar con todo lo que había alrededor.
Las escenas fueron desgarradoras: cuerpos calcinados, heridos que clamaban auxilio, edificios destruidos y un caos generalizado que marcó para siempre la memoria de Celaya. Aunque las cifras oficiales establecieron 72 víctimas mortales, el entonces obispo Jesús Humberto Velásquez Garay afirmó haber visto personalmente más de un centenar de cuerpos. Familias de los fallecidos también han sostenido que el número real fue mayor, pues en los improvisados anfiteatros había decenas de cuerpos adicionales.

¿Quiénes fueron responsables del Domingo Negro en Celaya?
Las investigaciones concluyeron que la tragedia se originó por el almacenamiento clandestino de pirotecnia, sin medidas de seguridad. Sin embargo, solo una persona fue sancionada: Angélica Vargas Bocanegra, propietaria de la abarrotera, quien fue condenada a 10 años y 4 meses de prisión. Cumplió su condena en 2018 y salió en libertad.
Ignacio Ojeda, esposo de Vargas y también dueño del negocio, murió en el lugar de las explosiones.
Para los sobrevivientes, viudas, huérfanos y familiares de las víctimas, el proceso legal representó un camino lleno de obstáculos que terminó sin reparación del daño. La última batalla en tribunales concluyó en noviembre de 2017, con la muerte de Florencio López Ojeda, líder de los afectados.
Luchan porque no se olvide a las víctimas
Hoy, en el sitio donde se levantaba la abarrotera, funciona un negocio de desechables. Sus propietarios cada año cierran brevemente a la hora exacta en que ocurrieron las detonaciones, como señal de respeto hacia los caídos.
Más allá de ello, lo que mantiene viva la memoria de las víctimas es el rosario anual que, sin falta, se organiza en el lugar de la tragedia. Familias, amigos y vecinos se reúnen para elevar oraciones y recordar con cariño a quienes perdieron la vida aquel fatídico domingo.
“Para muchos este día pasa inadvertido, pero para nosotros es imposible olvidar”, expresan año con año algunos de los asistentes, convencidos de que la negligencia de las autoridades de entonces contribuyó a la magnitud del desastre.

Prohibición de pirotecnia quedó “en el papel”
Tras el “Domingo Negro”, las autoridades decretaron una veda para la venta de juguetes pirotécnicos en Celaya. Sin embargo, la medida quedó en papel: el estruendo de cuetes sigue escuchándose cotidianamente en distintos puntos de la ciudad, reflejo de que las lecciones de 1999 no han sido del todo asumidas.
Han pasado 26 años, y aunque la memoria colectiva parece desvanecerse poco a poco, el rosario en honor a las víctimas permanece como un acto de resistencia, de amor y de justicia simbólica frente a una tragedia que marcó la historia de Celaya.