Los abusos contra las mujeres son tan normales que solo unos casos se consideran graves
Este viernes, Uriel ‘N’ fue vinculado a proceso por acosar a una joven de 25 años en el centro de la Ciudad de México. La denuncia de la afectada no fue la única que se interpuso en su contra. Previamente, el mismo día, el sujeto se viralizó por tocar de forma indebida a Claudia Sheinbaum. Desde el Reclusorio Norte, Uriel enfrentará otro proceso por la agresión a la presidenta.
“¿En qué condición quedan las mujeres mexicanas? Si esto le hacen a la presidenta”, manifestó Sheinbaum desde Palacio Nacional. Al día siguiente Citlalli Hernández, secretaria de las Mujeres, presentó el Plan Integral contra el Abuso Sexual, que busca homologar a nivel nacional los ilícitos relacionados, y agilizar la justicia a las víctimas.
Entre las reacciones a la estrategia, una de las más comunes fue: “solo porque le pasó a ella se dio foco al tema y se actuó con rapidez”. También, “es un montaje para distraernos del asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo”.
El mismo martes en que Sheinbaum fue agraviada, la representante de México en Miss Universo, Fátima Bosch, fue insultada y avergonzada por el directivo del evento, Nawat Itsaragrisil. Fátima se defendió, la apoyaron sus compañeras, todo México, la prensa nacional e internacional. La tabasqueña declaró: “si tienes un gran sueño, si tienes una corona, si eso te quita la dignidad, tienes que irte”.
Tanto el acoso que sufrió la presidenta como la humillación que padeció la reina de belleza son abusos. ¿Por qué la opinión pública no mostró el mismo respaldo a ambas? Detrás de la respuesta hay un factor importante: la normalización de la violencia contra las mujeres.
Minimización
Para la mayoría de las personas no existió violencia a menos que la víctima termine golpeada, en una delegación, o sin vida. Toda conducta fuera de los extremos se minimiza porque responde a una enorme lista de conductas interiorizadas, vistas como normales.
Cuando alguien confiesa que vivió manipulación, abuso psicológico o económico, gritos, conductas pasivo-agresivas dentro de las relaciones de pareja, gran parte de las personas del entorno dicen, “pero no te golpea”. Hasta que las marcas del maltrato son visibles se habla de una situación grave.
Los casos de Sheinbaum y Bosch, prueban otro factor muy desafortunado: depende de la víctima, será la respuesta. ¿En qué sentido? En las publicaciones de Facebook sobre lo sucedido a la presidenta, hay reacciones de “me divierte”. El que un tipo manoseé a una mujer a plena luz del día, rodeado de personas, causa gracia, no indignación.
Es inevitable tomar en cuenta que no todos apoyan el gobierno de Sheinbaum, menos aún en pleno duelo por un alcalde asesinado tras pedir auxilio a la federación. Pero eso no implica que la presidenta lo mereciera, ni que el episodio que enfrentó sea diferente al acoso que (como ella misma resaltó) sufren a diario miles de mujeres.
Por otra parte, Fátima Bosch fue de inmediato considerada voz del feminismo, un ejemplo de empoderamiento. Frases como “Nawat se metió con la mujer equivocada”, “con las mexicanas, no”, etc., inundaron las redes sociales. Nadie argumentó que un certamen de belleza, un evento donde históricamente se cosifica a la mujer y se perpetúan estereotipos y falsos estándares, no abona al empoderamiento ni al feminismo. Menciono esto, porque pareciera que se trata de juzgar a las víctimas por su contexto, como hicieron con Sheinbaum.
Claudia mala, Fátima buena, decidieron los internautas. Y así, el tema central se desvía; la violencia que ambas sufrieron se inserta en el amplio espectro de manifestaciones que abarca el cotidiano abuso a las mujeres, cotidiano por desgracia, y porque es la norma.
Este panorama abre la puerta a la impunidad, al temor a denunciar, a alzar la voz incluso en el entorno familiar y amistoso.
Mediatización
¿Sólo los casos mediáticos de abuso reciben atención inmediata? ¿Sólo por tratarse de Claudia Sheinbaum y Fátima Bosch el tema entró a la conversación pública?
Lamentablemente, sucede. Ambos incidentes llegaron a ‘The New York Times’. Fueron tendencia por varios días en X. Múltiples artículos nos contaron quién es Fátima Bosch.
En un país donde se cometen un promedio de 10 feminicidios al día, unos cuantos casos han atrapado la atención a ese nivel. Historias como la de Marisela Escobedo y Debanhi Escobar derivaron en documentales, marchas, se convirtieron en referente de una lucha.
Sin embargo, la violencia no cesa. En la era de las redes sociales son muchos y muy peculiares los factores que catapultan un hecho a la viralización.
Pero el impacto mediático no es garantía de justicia ni de cambio. El motivo ya lo mencionamos: normalización.
En la semana también trascendieron las amenazas que recibió la gobernadora de Guanajuato, Libia García, en voz de Alfredo Gallegos, el ‘Padre Pistolas’. “Yo le voy a partir su madre”, manifestó el sacerdote radicado en Acámbaro, al criticar el respaldo de la mandataria al proyecto del Acueducto Solís.
“No soy misógino, una mujer me parió. Yo las quiero, las mujeres son mi vida, pero el asunto es que son huevonas”, replicó Gallegos tras difundirse sus palabras.
Luego de que Sheinbaum anunciara que denunció a su agresor, la prensa preguntó a Libia García si aprovechando la avalancha mediática haría lo mismo. La gobernadora respondió que es una pérdida de tiempo, porque “ya saben ustedes cómo se expresa (el ‘Padre Pistolas’)”. Su resolución no habla de debilidad, pero lamentablemente sí refleja lo habituada que está la sociedad a los discursos machistas, que se piensa son inofensivos porque quedan en palabras.
LO SUPERFLUO: Cada tanto surgirá un hecho que nos haga discutir sobre los abusos hacia las mujeres a nivel nacional.
LO PROFUNDO: Toda discusión será infructuosa hasta que esos abusos dejen de minimizarse.