León, Gto.- Unos 15 años antes, la afición leonesa no se hubiera imaginado lo que pasaría la noche de un lunes 11 de agosto en la ciudad: un galáctico que a sus 39 años mantiene un imán en los botines, su equipo que asemeja -por su terrible forma de juego- aquellas épocas en el ascenso del fútbol mexicano y un demonio de estatura baja que dejó la máscara para vestirse de arquero.

Sí, el Estadio León pudo haber sido cualquier cosa; una representación teatral, un sueño o una pesadilla. Pero lo fue todo al mismo tiempo.

Primer acto

Fue atípico desde que el equipo de Rayados decidió llegar a León pocas horas antes del encuentro. Lo hicieron, para descansar lo más posible tras las citas internacionales en las que, por cierto, los equipos mexicano no lucieron nada bien ante los similares de la MLS.

Pero, sin duda, lo que generaba un interés mayor en la visita de los regios no era la maquinaria que ya, de por sí, han lucido en las últimas décadas en el fútbol nacional, sino la sola presencia de Sergio Ramos.

El futbolista español pisó León a sabiendas de tener un cartel único en la Liga MX; campeón del mundo con España, de Eurocopas, ligas, con más de dos décadas en la élite del balompié, y, por si fuera poco, aún un jefe en la defensa a sus 39 años de edad.

Por ello, el dos veces mundialista se vistió de gala para la recepción. Aunque claro, tenía que hacerse pesar: a las 6:23 de la tarde de este lunes, Rayados salió al campo para los ejercicios de calentamiento y 17 minutos más tarde se presentaron las alineaciones del partido; Ramos y Berizzo resultaron con los abucheos más ensordecedores.

Segundo acto

Atípico también resulta la forma en la que un hombre de casi cuatro décadas de vida logra dominar la liga mexicana. Ramos marca la pauta y ordena con las manos, a gritos y chiflidos. Así lo hace desde los 7 segundos del partido contra León, cuando toca su primer balón y sorprende a los instalados en la zona de Preferente del Estadio León por su exquisita pegada.

Dio la impresión de que, con una pizca más de suerte, Monterrey hubiese podido liquidar el cotejo en la primera parte. También resulta atípico el dominio generalizado en un encuentro. Pero las nóminas y las condiciones hablan.

Cómo pivote, con control de cabeza y centralizando el juego como un jefe o general, Sergio Ramos fue abucheado por la afición esmeralda cuando hubo oportunidad. Mientras tanto, era una muralla.

Tercer acto

Atípico también es el silencio en un estadio de fútbol. Así lo fue al principio. El grupo de animación del Club León llegó tarde al inmueble y los metales no sonaron hasta el comienzo del duelo. Los verdes ya iban en desventaja.

Aunado, los abucheos para el ‘Toto’, Funes Mori y otro puñado de los suyos. No terminan por convencer. Y más, con equivocaciones en la parte baja, y, que, por momentos, jugadores Rayados como Corona, Berterame o Canales, evidenciaron.
Mientras el ‘Plátano’, Funes Mori y Cortizo empujaron por la Fiera a pesar de haber sido referentes regios hasta hace muy poco, pero no lograron más que resbalones, balones largos y un reproche generalizado. En contraparte, Corona a los 13’, Chávez a los 30’ y Canales a los 59’, marcarían para la cuenta de la pandilla. Por León solo descontó el debutante Arcila.

Aún con todo esto, lo más atípico no ocurrió siquiera durante los 90 minutos del León-Monterrey. Ocurrió al medio tiempo, donde el ‘Kemalito’, figura de talla baja del Consejo Mundial de Lucha Libre fue invitado para atajar los penales de aficionados que pasaron al campo durante la promoción de un evento que se efectuará próximamente en la ciudad. Sin embargo ni el Kemalito, el Kemonito, Atlantis, La Catalina o el Soberano se tuvieron que preocupar por detener un balón… pues los aficionados felinos, tal como su equipo, ni siquiera lograron colocar los disparos a puerta. Pero eso, eso sí valió la alegría, los aplausos y la algarabía de las más de 20 mil almas que asistieron al Estadio León durante un atípico lunes por la noche.