(Año de 1981…) Yo era un adolescente cuando aquella tarde escuché que un automóvil se detuvo en la puerta de mi casa familiar. Había tan pocos que los identificábamos por el ruido del motor, pero aquel era desconocido. En ese momento estaba en una vivienda vecina y al asomarme vi descender un hombre treintañero, alto, ojos de color, vestía pantalón de mezclilla y suéter de cerda con detalles rojos.

 
 

 

Omitiendo las circunstancias de su arribo a la sierra gorda, avanzada la noche y ya  instalados en la cocina donde mi madre Esperanza hizo milagros para darnos alimento, llegó un momento en que me quedé solo frente al visitante. Nos alumbraba una vela y las brasas del fogón, donde hervían los frijoles en olla de barro. Tal vez sensible a mi curiosidad de chamaco de 14 años, en tono condescendiente, se interesó en saber cómo vivíamos los de mi edad, en ese caserío situado en el fondo de las montañas, donde apenas había llegado la electricidad, sin teléfono, pocos televisores y a cinco horas en brecha del poblado más próximo.

De los leños todavía humeantes brotaban chispas, como luciérnagas, cuando luego de contarme que nació en una ciudad cercana al Océano Pacífico, dijo que se dedicaba a luchar por la justicia, que viajaba a distintos lugares organizando estudiantes,  campesinos, obreros, buscando que en México hubiera una insurrección popular para derrocar al gobierno. Recuerdo todavía el vigor y convicción de sus palabras. Todo aquello me resultaba extraño, en parte hasta incomprensible, aunque ya empezaba a ser consiente de los atropellos y humillaciones cometidas por los caciques en mi propio pueblo. Lo escuché muy atento, asombrado.

Cuando aquel visitante se retiró a descansar y la cocina quedó a oscuras, en mi cabeza revoloteaba un caos que solo se asentó al paso de los años con los encuentros, vivencias y el sinfín de lecturas, que siguieron a esa noche que ahora puedo aseverar fue iniciática y reveladora.

 

Tiempo después, supe que aquel inesperado visitante de los ojos de color, era un guerrillero de carne y hueso, de esos que luego vi descritos en libros y retratados en las canciones de protesta. Era de esa estirpe de soñadores que buscaban cambiar el mundo  fraguando resistencias civiles y armadas desde la clandestinidad.  Y no era un improvisado, pocos años antes de pasar esa noche en Xichú, estuvo encarcelado en Lecumberri, donde el gobierno de Luis Echeverría confinaba a los “subversivos”. Cuando cayó preso, luego de una acción fallida de su comando en la Ciudad de México, formaba parte de la organización guerrillera “ Liga Comunista 23 de Septiembre”.

Año 2024: Andrés Manuel López Obrador 

 

 
 

 

Sin su propia perseverancia y su notable destreza política, no hubiera llegado a Palacio Nacional, pero tampoco lo habría conseguido sin la infinidad de resistencias, conocidas o anónimas, que le precedieron y muchas otras que sucedían a la par de su esfuerzo, que se instaló en la ruta partidista.

El tesón y sacrificios de los guerrilleros mexicanos del último medio siglo, fue parte fundamental del cimiento en el que se fue gestando el oleaje de cambio que ahora tiene el sello obradorista. En su mayoría, las guerrillas mexicanas y latinoamericanas se han caracterizado por tener un núcleo político militar, pero mediante procedimientos de compartimentación, se despliegan en la arena política abierta a través de movimientos sociales, algunos focalizados, otros masivos. El Ejército Popular Revolucionario (EPR), el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente ( ERPI) y el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), tres principales guerrillas mexicanas que son referentes de las últimas décadas, no han sido ajenas, por ejemplo, a las luchas magisteriales encabezadas por la CNTE, al surgimiento de la policía comunitaria en Guerrero, a la articulación de células de jóvenes urbanos de corte frontal, a la construcción de organizaciones  indígenas y campesinas combativas, a la  gestación de sucesos tan emblemáticas como la irrupción en 2006 de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), entre otros. Esas y muchas otras rebeldías hicieron una importante contribución para mantener viva la resistencia en los momentos de mayor poder e impunidad del priismo más depredador y de la derecha más clasista.

Aunque los partidos que desde los ochentas se han definido de izquierda (PSUM, PMT, PRT, PT, PRD, Morena) también se han nutrido de cuadros provenientes de organizaciones radicales; durante el mandato de AMLO, fueron muchos los indicios de su desencuentro con la izquierda histórica, no institucional. Sin referirse explícitamente a fuerzas específicas, solía encuadrarlos como parte de sus adversarios calificándolos de sectarios y hasta conservadores, pero igualmente recibió de ellos un trato insensato, por ejemplo, el  exceso reciente de Marcos al comparar a su gobierno con algunos de los rasgos más deleznables de López Portillo, Luis Echeverría y hasta Díaz Ordaz; acudiendo, el emblemático guerrillero zapatista, al mismo maniqueísmo frecuente en la 4T: todos los que no están de su lado son impuros, corruptos, mentirosos.

Algo parecido sucede con la lucha de los padres de los estudiantes desaparecidos de  Ayotzinapa, su postura sin matices enraíza en su dolor, pero también son parte del entramado de ese legítimo movimiento, los intereses de organizaciones radicales que han convertido esas Escuelas Normales Rurales en espacios de reclutamiento y formación de cuadros que nutran sus filas.

Un hecho es innegable: mientras esa izquierda histórica seguía atrapada en los manuales revolucionarios clásicos, apostando a una utópica sublevación popular que los llevara al poder, el tabasqueño transitaba en las sórdidas y podridas arenas de la clase política consiguiendo encabezar una masiva irrupción ciudadana a través de las urnas y propiciando un quiebre histórico en la vida política del país.  

El guerrillero al que tuve la fortuna de conocer en mi adolescencia murió hace poco en el anonimato que siempre prefirió, tenía más o menos la misma edad de López obrador,  quien por el contrario, será un célebre personaje de la historia nacional, idealizado por muchos, aunque solo él, en sus adentros, sabrá si realmente los sueños de aquel joven luchador social de Macuspana, llegan con la coherencia intacta a este cierre de ciclo.